El papa Francisco lo advirtió al celebrar en laBasílica de San Pedro la III Jornada Mundial de los Pobres.
"No hay que prestar atención
a quien difunde alarmismos y alimenta el miedo del otro y del futuro, porque el
miedo paraliza el corazón y la mente", sostuvo Jorge Bergoglio durante su
homilía, en la tercera conmemoración de la Jornada que instituyó en 2016, al
terminar el Año jubilar de la misericordia.
El pontífice centró su mensaje en
la advertencia de dos "tentaciones", y comenzó desarrollándola
"de la prisa, del ahora mismo".
"Cuántas veces nos dejamos
seducir por la prisa de querer saberlo todo y ahora mismo, por el cosquilleo de
la curiosidad, por la última noticia llamativa o escandalosa, por las historias
turbias, por los chillidos del que grita más fuerte y más enfadado, por quien dice
ahora o nunca", inquirió.
"En el afán de correr, de
conquistarlo todo y rápidamente, el que se queda atrás molesta y se considera
como descarte. Cuántos ancianos, niños no nacidos, personas discapacitadas,
pobres considerados inútiles", exclamó Bergoglio, antes de ofrecer un
almuerzo para 1500 personas en condiciones de pobreza en el Aula Pablo VI del
Vaticano.
"Se va de prisa, sin
preocuparse que las distancias aumentan, que la codicia de pocos acrecienta la
pobreza de muchos", consideró el Papa.
Como parte de las
conmemoraciones, Bergoglio dispuso esta semana la instalación de un puesto
sanitario ambulante en la Plaza San Pedro para atender de forma gratuita a
personas pobres y sin hogar.
La segunda tentación sobre la que
advirtió el Papa durante su misa de hoy fue "la tentación del yo".
¿Cuántas veces, aún al hacer el
bien, reina la hipocresía del yo: hago lo correcto, pero para ser considerado
bueno; doy, pero para recibir a cambio; ayudo, pero para atraer la amistad de
esa persona importante", reflexionó.
"Entonces podemos
preguntarnos: ¿Ayudo a alguien de quien no podré recibir? Yo, cristiano, ¿tengo
al menos un pobre como amigo?", continuó.
"Ya desde ahora son nuestro
tesoro, el tesoro de la Iglesia, porque nos revelan la riqueza que nunca envejece,
la que une tierra y cielo, y por la cual verdaderamente vale la pena vivir: el
amor", concluyó Francisco.
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