25/09/2019
El celibato es una cuestión que va y viene en la Iglesia. Al no tratarse de
un dogma de fe, sino de una decisión administrativa acordada en el siglo
XVI, en Trento, cada cierto tiempo se reaviva el debate entre quienes creen
que los sacerdotes deben poder casarse y el resto de la jerarquía eclesial. Sin
embargo, en los últimos años, espoleado por la crisis de vocaciones,
distintas comunidades están convocando sínodos para replantear la cuestión del
celibato como la última alternativa para salvar sus diócesis.
Durante la primera semana de octubre, sin ir más lejos, los católicos de
los pueblos del Amazonas se reunirán en el Vaticano para decidir si ordenar sacerdotes
a hombres casados, azuzados por la falta de efectivos que guíen sus
comunidades. Más flagrante es el caso de la Iglesia alemana que,
preocupada por el devenir del catolicismo en el país, ha convocado un sínodo sin permiso del Vaticano en el que
no solo se debatirá en torno a la necesidad del celibato, sino que también se
pondrá sobre la mesa el papel de la mujer en la Iglesia católica.
En España esta es una corriente de pensamiento con solera. En 1977 un cura
de Moratalaz, en Madrid, anunció a su parroquia que quería casarse y fue
expulsado por su obispo. Esto generó gran malestar entre sus feligreses que,
apoyados por varios curas de la zona, se presentaron ante el obispo con una
serie de demandas. Había nacido el Moceop (Movimiento por el Celibato Opcional), que sigue hoy
reuniéndose con sus feligreses fuera de las parroquias.
Andrés Muñoz fue uno de sus primeros miembros. Sacerdote durante 13 años en la parroquia
de Iruecha, en Soria, en 1979 se mudó a Madrid, a la parroquia de San Juan de
Ávila. Allí empezó a sentirse incómodo en la casulla: "Había varias cosas
de la Iglesia con las que no estaba de acuerdo, en especial las de materia
sexual, que me creaban grandes problemas de conciencia, así que decidí
dejarlo", dice a este periódico. Un año después ya estaba casado con Tere
Cortés, de quien no se ha separado desde entonces. En teoría debería haber
pedido al Vaticano una dispensa, un rescripto que sirve para que la Iglesia
te exonere de tus tareas como sacerdote, pero desde Roma le enviaron unos
cuestionarios que ofendieron su dignidad: “Me preguntaban si había perdido la
fe en dios, si había tenido relaciones sexuales, si tenía hijos ocultos…
era un proceso muy vejatorio, aún hoy lo es. Aquello parecía una forma de
reconocer que, en realidad, nunca habías querido ser cura".
De modo que Andrés, simplemente, abandonó la Iglesia. Se casó por lo
civil con Tere y tuvieron un hijo agnóstico: "Él nos dice que no cree
en Jesús, pero que si existió y su doctrina era el amor, entonces la Iglesia
somos nosotros", dice Tere Cortés. Pero la Iglesia católica no se olvidó
de ellos: "El Vaticano me prohibía volver a entrar en las parroquias donde
había estado como cura, me obligaba a casarme en secreto… de hecho lo llaman
‘reducción al estado laical’, que es una forma de considerar el sacerdocio como
un estatus superior, solo que, además de ‘reducido’, te limitan algunos derechos:
si voy a una iglesia y el sacerdote me conoce, es muy posible que me niegue
la comunión", explica Andrés. "¡A algunos les han excomulgado por
no pedir la secularización!", remata Tere.
Hay mucha bibliografía sobre pájaros espinos en la Iglesia católica, pero
poca en torno a mujeres como Tere, la otra cara de la moneda, que sufren
tanto o más que los religiosos: "Las mujeres lo pasan muy mal en estos
procesos. Se tienen que esconder, se ven involucradas en escándalos...",
relata, "y a la Iglesia no le importa. Yo es que no lo comprendo: ¿qué
pecado es amar a una mujer, o ser padre? ¿No es el amor el fundamento del
cristianismo?". Tere, combativa por naturaleza, ha estudiado las bases
del catolicismo a lo largo de los años y se ha convertido en una activista
feminista en círculos religiosos: "La Iglesia solo quiere a las mujeres
para que limpien la ropa de los sacerdotes, para que ordenen las sacristías,
para que impartan catequesis.... pero no se las permite oficiar una misa. Somos
personas de segunda para la Iglesia", lamenta.
El activismo del Moceop no ha pasado inadvertido entre los obispos
españoles, que muestran opiniones dispares. Mientras que el conservador Rouco
Varela se refirió a ellos como "unos sacerdotes renegados", los
progresistas Tarancón e Iniesta les dijeron que eran
"pioneros de una nueva Iglesia". "La Iglesia nos ha perseguido,
en este aspecto ha sido inhumana", dice Tere. "Tenemos un amigo que,
por salir en una foto del Moceop, perdió su trabajo como profesor de
religión en un colegio. ¡Con cinco hijos! Hasta los padres de los alumnos
pusieron el grito en el cielo, pero dio igual, no le readmitieron nunca".
Luz y taquígrafos
El Moceop calcula que en torno a 6.000 sacerdotes en España están
casados, en torno al 20% del total. La mayoría abandonaron el sacerdocio, pero
un puñado de ellos siguen al frente de parroquias, incluso oficiando misas. La
clave está en no llamar la atención. Es el caso de Julio Pinillo, un
histórico sacerdote de Vallecas que durante años ha celebrado eucaristías pese a tener mujer y tres
hijos. Pinillo aceptó participar en este reportaje, pero a última hora se
echó atrás alegando un problema familiar. No quiso ni hablar por teléfono. Demasiada
publicidad llama la atención de la Iglesia y es justo en ese momento donde
se complican las cosas: "La posición de la Iglesia con los curas casados
es la misma que con los abusos sexuales, la misma que con todo lo demás: mira
para otro lado y, mientras no trascienda públicamente, es un problema que no
existe", dice Andrés Muñoz.
Un sacerdote que exige mantener el anonimato y al que llamaremos Pedro
lo explica así: “He sido párroco durante casi veinte años en un pequeño pueblo
del interior de España”, dice, “y allí todo el mundo sabía que yo mantenía una
relación con una mujer del pueblo; al principio era un rumor que me preocupaba,
pero después la situación se normalizó. Alguno lo llevaba peor, pero
muchos vecinos incluso contaban con mi pareja cuando me invitaban a sus fiestas
y celebraciones”.
Hace un par de años, Pedro y su pareja decidieron dar un paso adelante y
casarse. Pedro informó a las autoridades religiosas para que le buscasen un
sustituto y, cuando todo estaba listo para la sucesión, se lo comunicó a sus
feligreses en una misa: “No quería que ellos se enterasen por rumores, así
que les dije la verdad: que aquella era mi última misa porque me iba a casar
con la señora que ellos conocían”, relata.
Sin embargo, alguno de los presentes llevó la información a un periodista y
la noticia salió publicada en un periódico local. “A primera hora empezaron a
llamarme periodistas de las radios y las televisiones: querían que contase
mi historia de amor en directo, que es justo lo que un sacerdote no debe
hacer”. Pedro llamó al periódico y consiguió que se retirase la noticia, pero
era demasiado tarde: “En la diócesis leyeron la información y rompieron su
relación conmigo. Habíamos apalabrado un puesto en la estructura de la Iglesia,
donde yo podía aportar y estaba ilusionado por empezar, y todo se fue al
traste. No ha servido de nada pedir disculpas ni explicar la situación, desde
entonces no he vuelto a trabajar para la Iglesia católica”, lamenta el
sacerdote, que aún conserva la esperanza de que el tiempo cierre las heridas
con la que fue su casa durante décadas.
Además del castigo económico, la Iglesia también utiliza métodos de
desgaste para evitar la fuga de curas. En ocasiones, se retrasa el
trámite 'ad infinitum' con el objeto de que los religiosos desistan, y en otros
incluso se bloquean todos los procesos de secularización, como sucedió en el
papado de Juan Pablo II. A Ramón Alario, otro de los curas
casados del Moceop, la secularización tardó 37 años en serle aprobada. Envió el
informe a Roma en 1980 y recibió respuesta hace dos años: "¿Que qué les
respondí? Pues les dije, con toda la educación que encontré, que evidentemente
no he estado 37 años esperando su respuesta para ver qué hacía con mi vida.
Cuando lo leí ya era abuelo de dos nietas y estaba a punto de nacer la tercera",
dice Alario. "El proceso de secularización va en contra de los Derechos
Humanos. Es una batería de preguntas tan solo orientadas a cuestionar tu fe. Yo
creo que la conciencia de cada uno es inviolable y que, para obtener un
permiso, no es necesario que te obliguen a admitir que nunca quisiste ser
cura".
Alario indica que él y el Moceop, a través del celibato, están pidiendo una
reforma profunda en una Iglesia que "está excesivamente clericalizada, es
algo que incluso ha reconocido el papa Francisco. A lo largo de los años se ha
convertido en un conjunto de personas especializadas, los clérigos, que
toman todas las decisiones. Y al otro lado están las pequeñas comunidades,
reducidas a menudo a parroquias, que son sujetos pacientes, no tienen nada que
decir ni aportar para solucionar los problemas a los que nos enfrentamos".
La eterna escasez de sacerdotes
El mayor de estos problemas, quizá endémico, es la falta de vocaciones.
Desde 2001, el año en el que la Conferencia Episcopal comenzó a compartir la
información, las ordenaciones de sacerdotes en España han caído casi a la
mitad. "Hay muchas diócesis que no tienen un solo cura, pero a
nosotros nos limitan a tocar el órgano, o a animar el coro... y en otros casos
directamente nos repudian", dice Alario, "por no mencionar al montón
de monjas, con una disponibilidad encomiable, que deambulan por las
parroquias tratando de echar una mano, y no es que echen una mano, es que
son imprescindibles porque no hay más personal. Estas monjas se limitan a dar
la comunión y poco más… ¿no podrían ser estas personas las que den la misa? Hay
muchísimas diócesis llevadas por religiosas: lo hacen todo, pero se les prohíbe
dar misa y confesar. Yo no sé si esto en pleno siglo XXI tiene algún sentido. Si
ahora suena raro, en 15 o 20 años sonará medieval”.
Pero abrir la puerta a religiosos casados podría no ser suficiente para
paliar la falta de efectivos. José Ramón Navarro Pareja, profesor y
experto en información religiosa, alberga dudas: "Hay que tener en cuenta
que la Iglesia incorporó el celibato en el Concilio de Trento (1545-1563), como
respuesta a la contrarreforma luterana, en un momento en el que la Iglesia
católica está recibiendo grandes herencias. Uno de los principales motivos del
celibato era, efectivamente, evitar que los sacerdotes tengan descendientes
que puedan reclamar esos bienes", afirma, "pero también hay otros
motivos, como recrear la vida célibe de Jesús, o conseguir que el sacerdote se
dedique en cuerpo y alma a sus feligreses. Por una parte, eliminar el
celibato despistaría a los sacerdotes de su función pastoral en las parroquias,
al tener que alternarla con sus obligaciones como marido y padre. Además,
generaría problemas éticos cuando a los sacerdotes cuando buscaran ayudar a sus
parientes más cercanos (mujer, hijos, nietos), dentro de las estructuras de la
Iglesia. ¿Cómo sería visto que el hijo de un cura ocupara un puesto de trabajo
en una institución eclesial? Y luego estaría el riesgo de que se creasen dentro
de la Iglesia clanes familiares que controlasen la jerarquía eclesial".
Sigue el experto: "La ordenación de hombres casados tampoco le es
ajena a la Iglesia. En la Iglesia católica oriental se ordenan sacerdotes
casados, y también se ha hecho en momentos concretos de la historia, como
por ejemplo en épocas de gran persecución religiosa, como sucedió en algunos
países europeos del bloque comunista durante el siglo XX. Lo que nunca podría
ocurrir, técnicamente, es que los que hoy son sacerdotes se casen. El
debate ahora, y es cierto que tiene muy dividida a la Iglesia, gira en
torno a que se ordene sacerdote a los casados; si enviudasen, no podrían volver
a casarse".
Todo esto es válido siempre que el hombre se case con una mujer. ¿Y qué
sucede si se casa con otro hombre? "Los homosexuales están excluidos,
claro, porque no están casados canónicamente y su situación va en contra de los
valores de la Iglesia, no forman parte de este debate", zanja Navarro
Pareja.
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