en Laeto animo
Me van a perdonar porque es un tema que
no debería tener mucho recorrido. El pasado viernes el cardenal Juan
José Omella fue a declarar a un juzgado de Barcelona por una denuncia
de falsificación de documento privado interpuesta por un exsacerdote. Miguel
Ángel Barco lo acusa de haber ocultado información en el
procedimiento canónico que lo condujo a la reducción al estado
laical. Todo es de la época en que Omella era obispo de Logroño.
Digo que no debería tener recorrido
porqué quien firma la denuncia es un personaje que acumula una rastra de
situaciones al menos extravagantes a la sombra del anterior obispo de Alcalá de
Henares y arzobispo de Zaragoza, Manuel Ureña. Obispo
defenestrado fulminantemente por el papa Francisco en
noviembre de 2014, poco después de que el cardenal Rouco terminara
su mandato a la Conferencia Episcopal Española, en la sede de Madrid, y
en la Congregación para los Obispos.
Barco (y sus avalistas) es uno de esos
personajes tradicionalistas y de misa de espaldas al mundo dignas de
estudio. De los que son tan papistas que son capaces de destruir la
Iglesia si el papa no les gusta. Y forma parte de un grupo bien organizado
a nivel internacional, con recursos, coro mediático, y abogado de nombre
ruso que se dedica a grabar conversaciones a escondidas para filtrar
convenientemente a sus terminales pseudoperiodísticas. Contra quien
apuntan no es contra Omella, es contra el papa Francisco. Por ello, un
caso sin mucha sustancia aparente liderado por un supuesto francotirador ha
llegado a los tribunales. No estamos en Torre Annunziata, pero si hay un
magistrado con ganas de protagonismo tenemos el caso servido por una temporada.
Pero no es de eso de lo que quería
hablar. Un caso como éste tiene todos los elementos para convertirse en
carne de cañón mediático. No cada semana un cardenal es llamado a declarar
como investigado en un juzgado. El viernes el caso fue cubierto por las
agencias y salió en los digitales y sobriamente en algún informativo, pero
ha tenido mucho menos recorrido de lo que sería esperable por todos los
ingredientes que tiene. El sábado no aparecia en ninguna portada en papel.
Esto mismo ha ocurrido en
distintos relevantes hechos eclesiales de los últimos años. Se han convertido
en un tema interno o de información especializada. Por ejemplo, dos
grandes nombramientos episcopales determinantes en Cataluña, el de Barcelona y
el de Tarragona, tuvieron muy poco seguimiento. Apenas fueron noticia el
día en que se anunciaron. Planellas sólo tuvo espacio en una
de las cuatro portadas de los diarios nacionales. Omella, en tres de
cuatro, pero bien reducido.
Cuesta recordar otra dinámica
eclesial que no esté vinculada con polémicas de cintura para abajo que haya
tenido relieve informativo los últimos años. Si, por ejemplo, 25 años
después hoy se hiciera un nuevo Concilio Provincial en Cataluña, ¿tendría el
mismo seguimiento? Probablemente no. En realidad, ¿queda mucha gente hoy
que sepa qué es un Concilio? ¿O que en Cataluña hay diez
obispados? Para no preguntarse si saben quién es su obispo. ¿O capaz
de distinguir un canónigo de un obispo? Ya no digo que saber que es un
auxiliar... ni un coadjutor. O ¿qué impacto tendría un nuevo documento
episcopal como Raíces Cristianas de Cataluña? ¿O la prensa
catalana ha hablado mucho del relieve del nuncio, que es determinante para los
próximos nombramientos episcopales en Cataluña? Por no hablar del impacto
que no tendría un nuevo Congreso de la Vida Religiosa. Temas que en los
entornos eclesiales nos hacen perder el mundo de vista pero que no tienen
ninguna relevancia en el mundo.
El obispado de Lleida, ¿la gente sabría
que existe si no hubiera el litigio de la Franja? Quizás suena más por otros
motivos el de Solsona. Pero hay obispos absolutamente desaparecidos de la
esfera mediática. Muchas veces en las ruedas de prensa del Cáritas, que
acertadamente suelen ser presididas por un mitrado, lo que dice el obispo pasa
como si fuera transparente. O más allá de dos o tres monjas mediáticas y
del abad de Montserrat (perdón por mezclarlo todo), ¿hay algún
otro religioso o religiosa con voz social claramente identificable por la
sociedad catalana?
Como venimos de una sobrerrepresentación
eclesial, esta irrelevancia también puede parecer positiva. Pero del nacionalcatolicismo ya
han pasado 40 años. Y en Cataluña sigue habiendo más de la mitad de
población que se declara católica. Aparte del Barça y del
"procés", no hay ningún grupo o movimiento social que mueva tanta
gente. Y tiene más presencia en el territorio que oficinas tiene "la
Caixa". En cambio, lo que pasa en la institución que debería
representar estos católicos ha perdido relevancia. Hay sindicatos que
nadie sabe a quién representan o partidos políticos que no reúnen ni cien mil votos,
con muchísima más incidencia en el relato público.
Podríamos decir que esto es debido a que
la prensa sólo busca escándalo. Y en el caso citado del arzobispo de
Barcelona es positivo que se le dé la justa medida y que, supongo, se haya
trabajado bien con los medios para que la cosa no se desbordara. Pero hace
pensar que ni una historia con todos los elementos para el escándalo casi no
sea noticia.
Habría
muchos elementos para profundizar en las causas de esta irrelevancia
eclesial. Pero creo que ahí está.
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