Artículo de opinión
Julio 2019.
Javier Madrazo Lavín
Escribo estas líneas desde la inquietud y la preocupación que siento ante
las noticias aparecidas en referencia a la apuesta estratégica adoptada por la
jerarquía de la diócesis de Bizkaia en relación a la unificación de toda la
estructura diocesana en un equipamiento único, sito en el ensanche bilbaíno.
Actuación que ha sido justificada con razones más económicas o jurídicas
que pastorales. Me refiero al proyecto denominado Bizkeliza Etxea o “Sede
única”, objeto de contestación ciudadana, que ha generado en muchos sectores de
la comunidad cristiana profundas reservas e interrogantes.
Lo hago igualmente desde la convicción de que la construcción de la
comunidad eclesial es una tarea que nos concierne a todos los creyentes.
Nos encontramos ante una decisión irreversible, adoptada en clave
neoliberal, por un círculo reducido, sin el debate y el consenso necesarios,
que a última hora se ha querido legitimar, ante los recelos existentes, dándole
un barniz participativo. Un proceso participativo apresurado, acotado en sus
términos, sin información suficiente, más testimonial que real, que en nada ha
contribuido a mitigar el malestar existente. Lo cual agudiza la crisis de
representación y la desafección hacia unos órganos diocesanos cuyo quehacer no
es “recibido” por amplios sectores de la comunidad cristiana.
Dada la envergadura del proyecto se necesitaría una amplia información, un
profundo debate y una consulta (real) a todo el pueblo de Dios. Por supuesto,
que se debe apostar por la economía de escala y por la optimización de los
recursos.
Parece razonable unificar y centralizar ciertos servicios y departamentos
diocesanos, fundamentalmente los culturales, educativos o los medios de
comunicación.
Ciertamente no tiene mucho sentido tener cuatro bibliotecas dispersas en el
territorio. También parece sensato trasladar de Derio al centro de Bilbao a la
fundación Labayru facilitando de este modo el acceso de la población a sus
servicios de promoción, investigación y difusión de la lengua y cultura vasca.
O que Radio Popular o Bizkaia Irratia puedan compartir espacio con esas
instituciones si eso supone un ahorro de costes. Esta posición es igualmente
válida en los casos de la escuela de Magisterio Begoñako Andra Mari, la
librería Jakinbide o el Archivo Histórico Eclesiástico de Bizkaia. Son todas
ellas instituciones que pueden compartir ubicación aprovechando sinergias.
La pregunta que hay que hacerse es si para albergar todos estos organismos
es necesario realizar este macro-edificio.
Es sabido que en el centro de Bilbao hay muchos edificios y templos que se
están quedando, o se van a quedar, vacíos.
Inmuebles que sin duda alguna, podrían ser útiles para atender las
necesidades esgrimidas por el Obispado, máxime cuando desde un punto de vista
de sostenibilidad económica y medioambiental parece más lógico aprovechar la
ciudad ya construida que embarcarse en un proyecto urbanístico de la
envergadura de Bizkeliza Etxea.
Las reservas se agudizan ante esta operación urbanística, cuando para
viabilizarla es necesario llevar de socio a un organismo sanitario privado como
es Mutualia. Difícil de asumir para quienes defendemos servicios públicos de
calidad, entre ellos la Sanidad.
A este hecho, se une el anuncio de la Universidad de Deusto que tiene
previsto inaugurar una nueva facultad de Medicina privada en Zorrozaurre para
competir con el campus de Leioa, reconocido por su prestigio y buen
posicionamiento. Apuesta que muchos vemos como un fortalecimiento de la sanidad
privada, de unos pocos y para unos pocos, frente a la pública, de todos y para
todos.