Hace unos días, en un diario de Bilbao se publicó un artículo
sobre el nombramiento de un obispo auxiliar para esta diócesis. Según el
periodista responsable de aquella información, el nombramiento se realizaría
antes de fin de año y según las fuentes consultadas por el mismo periódico, se
daba por hecho que Joseba Segura era uno de los curas incluidos en la terna que
D. Mario Iceta había presentado al Papa para que sea nombrado el auxiliar que
le había solicitado.
Podemos pecar de ingenuos pero no deja de extrañarnos que
el secreto pontificio sea “revelado” tan fácilmente; un secreto que, según
parece, pretende proteger la discreción de todo este trámite y favorecer la
libertad del Papa en el nombramiento de los obispos en la Iglesia Católica. Por
eso no debemos darle mucha credibilidad a esta información. No puede ser que el
Consejo de Redacción de un periódico tenga mayor consideración que los Consejos
Diocesanos a la hora de recibir información de un asunto de tanta importancia
para la misión de la Iglesia en Bizkaia; no puede ser.
Pero lo cierto es que fue nuestro obispo quien hizo
pensar que se “daba por hecho” que Joseba sería uno de los curas que
integrarían la terna de candidatos, porque en la sesión del Consejo de
Pastoral, al comunicar a los consejeros que le podían escribir —en privado por
supuesto— para proponerle nombres de curas, les vino a decir, ante la extrañeza
de muchos consejeros, que con la consulta que hizo para el nombramiento del
vicario general ya tenía suficientes datos, siendo así que un obispo auxiliar
viene a ser como un vicario general. Con ello, el secreto pontificio se
convirtió en un acertijo: “blanco y en botella” y venía a resultar que el voto
para elegir un vicario general podría tener un doble efecto: elegimos uno y
como en las rebajas, por el mismo precio nos dan dos.
A mí me cuesta creer que lo que se “da por hecho” se
convierta en realidad. No podría entender que a Joseba, recién llegado de
Ecuador, después de haberle nombrado vicario general sin haberle dado tiempo
para hacerse cargo de la situación de la diócesis, sin darle tiempo para
ejercer ni como cura ni como vicario, le nombraran obispo auxiliar. Y no es que
carezca de capacidad y cualidades para serlo, que no es eso de lo que aquí se
está tratando. Muchos se alegrarían de que así sucediera porque consideran que,
en este caso, el fin justificaría los medios y con tal de tener un obispo de
las cualidades de Joseba se podría dar por bueno un proceso tan irregular. Pero
si estas previsiones se cumplen, el nombramiento, pienso yo, no sería bien
aceptado porque los miembros de las Comunidades, Parroquias y Movimientos se sentirán
ignorados cuando fueron consultados para nombrar un vicario mientras D. Mario
ya estaba haciendo gestiones para nombrar un obispo. También Joseba se verá
perjudicado al verse objeto de este juego que no puede ser de su agrado. Y
además, si le hacen obispo auxiliar ¿habrá que hacer de nuevo elecciones para
vicario general? O si, como dice D. Mario, el obispo auxiliar es como un vicario
general, ¿se prescindirá del vicario? Pues podía haberlo dicho antes y nos
hubiéramos ahorrado todo el papeleo de las votaciones. A Joseba le podría
suceder como a Lopategui, el seleccionador del equipo español de fútbol que,
aunque había sido contratado para dirigir a la selección no le han dejado seguir
en su puesto porque le ha fichado el Madrid.
Hay quien piensa —y también lo dan por hecho— que todo
este proceso de elección de vicario y de obispo auxiliar es un primer movimiento
de una estrategia de más largo alcance que pretende recuperar el protagonismo
eclesial para una Iglesia Vasca que quiere recuperar su historia en sintonía
con la propuesta misionera del Papa Francisco y alejada de la línea que se ha
impuesto en las diócesis vascas con los nombramientos de los últimos obispos
influenciados por el Opus y otros movimientos neo-conservadores. Y si así
fuera, ¿tendríamos que contemplar este “juego de tronos” como si no fuera con
nosotros? El pueblo fiel que sostiene esta Iglesia de Bizkaia tiene todo el
derecho a intervenir a la hora de señalar las opciones pastorales para la
evangelización y a la hora de proponer a los vicarios y obispos que puedan
liderarlas. El secretismo con el que se llevan estos asuntos y el despotismo
ilustrado —todo para el pueblo pero sin el pueblo— con el que se pretende
gestionar estos nombramientos no se corresponde con una comunidad cristiana que
quiere ser sujeto de la evangelización.
Lo que está pasando en nuestra diócesis, una vez más, es
una prueba de que aunque algunas veces se acierte, si el sistema no cambia se
puede volver contra nosotros. Ahora seguimos sin saber para qué necesitamos un
obispo auxiliar; no sabemos quiénes están en la terna ni cómo ha llegado el
obispo a incluirles. Algunos, violando el secreto pontificio, dan por hecho que
uno de ellos es Joseba Segura y se sospecha que puede ser él, el elegido por el
Santo Padre para ser el obispo.
Esta diócesis, en su corta historia, ha reivindicado
repetidas veces su derecho a ser consultada para el nombramiento de sus
obispos. Pero ahora se ha hecho un silencio clamoroso que sólo puede significar
la resignación entre los curas y laicos más comprometidos de la diócesis que
aguardan con indiferencia lo que se cocina en las altas esferas de la Iglesia.
Este asunto se puede tomar a broma pero es serio; está en
juego nada menos que la presidencia de la comunidad en nombre de Jesús y la
comunión entre nosotros puesta a prueba por estas gestiones que menosprecian al
pueblo de Dios.
Hay una cosa que no se entiende: en la vida civil ya
estamos habituados a que se presenten públicamente los candidatos para ocupar
los cargos públicos en el gobierno, a intervenir en su elección y a conocer el
resultado de las votaciones. Y aunque no hayan sido elegidos los que nosotros
hemos votado, no por eso dejamos de reconocerles como legítimas autoridades.
Pero en la Iglesia, por lo que parece, no somos considerados como adultos y por
ello se lleva en secreto todo el proceso para que creamos que, al no haber
otras intervenciones ni otros intereses que los de la salvación de las almas,
será más fácil reconocer como divina la elección.
Siempre nos quedará pensar que Dios escribe derecho con
líneas torcidas y que, aunque el proceso sea largo, al final, con el Papa
Francisco o con sus sucesores, en la Iglesia se aceptará la corresponsabilidad
y la dignidad de todos sus miembros constituidos por el bautismo como
sacerdotes, profetas y reyes.
Juan Mari Lechosa
Te aseguro querido Juan Mari que muchas comunidades, movimientos y personas trabajadoras están de enhorabuena por su nombramiento. Otra cosa es las ganas que tenga de enfrentarse a los problemas y a personas que han tenido y tienen el núcleo de poder en la curia y los que nadie hace frente (ni los propios hermanos en el presbiterado): me refiero claramente al ex-secretario general, Gerente-ecónomo, nuevo secretario general... es decir los que tu ya sabes.
ResponderEliminar