Hemos gozado contigo, Iñaki. Tú con nosotros.
Te decimos que nos has dejado. Nos aseguras, Iñaki, que no.
Estás en el lado de la vida desde el que puedes ayudarnos a
experimentar que vives.
Todavía no sabemos cómo vamos a poder suplir tu ausencia.
¿Se dice suplir tu ausencia o suplir tu presencia?
Y es que no podremos. Sólo tú, sí, podrás hacerlo.
En cada uno de tus círculos están surgiendo muchos recuerdos
de tu presencia imprescindible.
Con tu nuevo modo de acompañamiento, esos recuerdos no serán sólo referencias de pasado, sino y sobre todo, luces para continuar un camino, ya hecho en buena parte juntos.
Pero, navarrico, nos has dado estos tres últimos días tanta
inesperada preocupación y trabajo, que no nos has dejado tiempo ni para llorar.
Te has ido con un semblante muy pacífico; le has echado tú,
que no eras un buen jugador de mus, le has echado tú a Lesmes un órdago por la
espalda. Y mira con qué cara nos has dejado a todos.
Con todo, y eso que tenías tú también tus buenos momentos de
respe y mala leche,
·
son los que muestran nuestros rostros, unos
surcos de lágrimas que han humedecido algunos campitos de alma que teníamos más
que resecos;
·
nos has dejado con un par de arruguitas más en
torno a los ojos, pero de las que enternecen nuestras miradas;
·
nos hemos encontrado de pronto con unos surtidores entre el otro o la
otra y cada uno de nosotros, de los que enriquecen la amistad o la recrean o la
hacen nacer donde no parecía existir…
Iñaki, sabes que para nosotros el Agur no es una despedida,
sino un saludo.
Como tantas otras veces, dirígelo hoy en un modo nuevo, el
Agur Jaunak que vamos a escuchar, como melodía de nuestras almas.
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Eskerrik asko.