LITTLE BOY
Little boy.
Dirección: Alejandro Monteverde. Países: USA y Mexico. Año:
2015. Duración:
106 min. Género: Drama. Interpretación:
Kevin James, Tom Wilkinson, Emily Watson, Ted Levine, David Henrie, Michael Rapaport, Ben Chaplin, Jakob Salvati. Guion: Alejandro Monteverde y Pepe
Portillo. Música:
Stephan Altman y Mark Foster. Fotografía:
Andrew Cadelago.
Años después de haber dirigido “Bella”, película
antiabortista y abiertamente cristiana que supuso un éxito más que importante,
el mejicano Alejandro Monteverde presenta “Little boy” film en el que también
manifiesta una intención moralizante y esperanzadora pero realizado con un
esfuerzo de producción mucho mayor que el de su anterior película.
En un pequeño pueblo de California en los años 40,
bajo una gran montaña, vive Pepper Flint Busbee, un niño de 8 años con problema
de crecimiento. El ser tan bajo provoca que siempre se convierta en el blanco
de las bromas más pesadas de otros niños que se burlan de él con una crueldad
brutal.
Su padre (Michael Rapaport) es su gran amigo. Le
ayuda, le hace vivir aventuras fantásticas y le apremia una y otra vez a
superar las dificultades y a tener una gran fe que haga posible lo imposible.
Con frecuencia le repite “Socio ¿crees que puedes lograrlo?” y le anima así a grandes desafíos para no
dejarse vencer por su pequeña estatura.
Todo el mundo de Little Boy se desmorona cuando su padre tiene que marchar a
la guerra mundial, a luchar contra los japoneses. A pesar
de que todos tienen la certeza de que el padre volverá, un día llega la noticia
de que ha desaparecido en una emboscada nipona y desconocen su paradero. A
partir de ese momento el pequeño Pepper intentará hacer lo imposible para que
su padre regrese, convencido de que la fe mueve montañas.
El film tiene un arranque vigoroso y muy rápido, todo
sucede muy deprisa y a los quince minutos de proyección el espectador, que ya
estaba entregado al film, se topa con una historia diferente en la que la
relación paterno filial desaparece por completo al desaparecer la figura del padre
y quedar con su madre (Emily Watson) y su hermano adolescente (David Henrye).
Con la ausencia del padre, el universo de Pepper
parece derrumbarse pero, influenciado por el héroe Ben Eagle, famoso por sus
poderes paranormales, Pepper adquiere la convicción de que tiene en sus manos
un poder sobrenatural. Está convencido de que su poder milagroso y su gran fe
pueden hacer que su padre regrese.
Aquí está, a mi modo de ver la parte más interesante
del film. El padre Oliver (Thom Wilkinson), con una pedagogía extraordinaria,
le da a conocer en qué consiste verdaderamente la fe; no tiene que ver con la
magia sino con la misericordia, no tiene que ver con poderes extrasensoriales
sino con el amor. Para que haya milagro tiene que haber amor. Es cierto que la fe
mueve montañas pero si hay un ápice de odio en el corazón, la fe es
absolutamente ineficaz.
Animado por el experimentado sacerdote, el pequeño
Pepper tendrá que ir cumpliendo una a una las obras de misericordia
tradicionales; esto le llevará a hacerse amigo de Hasimoto (Hiroyuki Tagawa) un
japonés del pueblo al que todo el mundo odia por motivos de la guerra. Junto a
Hasimoto, que no profesa la fe en ningún Dios y que es amigo del sacerdote,
Little Boy aprenderá el valor de la amistad, el perdón y el amor. Descubrirá
que hay que enfrentarse a los propios miedos y actuar en consecuencia;
descubrirá también que la altura –cuando se toma desde la cabeza al cielo- hace
que las personas se vean muy grandes.
El film funciona estupendamente por las buenas
intenciones del director y los guionistas. Hay una voluntad decidida en hacer
una película edificante y moral, amable y familiar. Y ciertamente se consigue
porque el ritmo, la música las actuaciones y la excelente producción se aúnan
para hacer un producto brillante.
Es una sorpresa que en estos tiempos pueda hacerse
cine y hablar de la fe, del amor, de Dios y de la fraternidad sin ningún pudor
y con calidad artística. Cuando parece que en muchos ámbitos el arte tiene que
contagiar un nihilismo amargo, films como “Little Boy” suponen una alegría por
su mensaje espiritual y esperanzado que anima a ser mejores personas.
Claro que tantas buenas intenciones llegan a buen
puerto también por el extraordinario trabajo de Jakob Salvati en su papel de
Little Boy. El chaval es un auténtico descubrimiento. Capaz de hacer sonreír,
enternecer, dar lástima, admirarnos y hacernos llorar, este crío se manifiesta
como un actor novel de unos registros dramáticos excelentes.
Sea pues bienvenida esta película que, de un modo
sencillo y con una historia humana nos ayuda a descubrir la belleza de la
bondad y la grandeza de la fe de los niños.
Hay que verla con una mirada limpia y ajena a los
prejuicios. La lección es muy clara, si no pactamos con nuestras miserias y
creemos en la fuerza de la fe, podremos conseguir un mundo mucho más humano.
Hay que tener fe y amar con valentía…Socio ¿crees que puedes lograrlo?”.
JOSAN MONTULL
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