lunes, 20 de julio de 2015

Hacia el Sínodo del matrimonio y la familia


(De R y L)
La Familia como lo propone la jerarquía corresponde a un modelo obsoleto que pudo existir antes del surgimiento de la sociedad industrial... (Paul Buchet).


El Sínodo de los obispos convocado por el Papa Francisco va terminar en octubre su segunda y última sesión.


Se pretende poner al día el pensamiento eclesial en los temas del matrimonio y de la familia a fin de reformar la pastoral al respecto. El lineamento de los obispos y las preguntas que dirigieron a la feligresía en una segunda vuelta fueron muy extensos pero dejaron facetas sin abordar.
 Un primer tema descuidado es el  tema del placer afectivo y sexual en el matrimonio.
En realidad el placer del sexo y aún el íntimo disfrutar de la afectividad  son  temas reservados en muchas  culturas: en las más primitivas como en las más modernas. El sexo se insinúa en los chistes picarescos, o en ambientes de licencias sexuales, se lo utiliza comercialmente por el voyeurismo y la pornográfia, se reprime o se lo exalta en el arte pero en torno al placer sexual reina un profundo silencio de significado. A lo más se le encuentra un sentido primario, común a todos los animales, un sentido de conservación de la especie, pero no mucho más.  Las dificultades de la educación sexual en las familias y en los liceos sufren este vacío de sentido profundo.
Levy Strauss, en su libro “Tristes trópicos” cuenta cómo los Nambiquaras, de esa tribu primitiva del Mato Groso, que vivían desnudos, se retiraban fuera del grupo tribal para aparearse. Cuenta cómo esto provocaba risas y bromas de los demás sobre todo con el aprendizaje de los jóvenes; de hecho miraban los animales acoplarse con las mismas risas, unas risas que sin duda celebraba la vida que así se recreaba. El placer sexual manifiesta la felicidad de existir, de vivir.
En la Biblia antigua, tenemos también una  famosa  sonrisa, la “sonrisa de Sara”, la legitima del Padre Abraham. Ella se rió al escuchar las promesas sorprendentes de Dios de que su marido le iba a dar un hijo propio, a ella, a quien se le había terminado la regla de las mujeres como lo cuenta el Génesis 18, 12.  Esta historia chistosa fue tergiversada por los piadosos exegetas que prefirieron comentar la representación de los tres personajes que visitaron Abraham y que vieron como la Santa Trinidad.
           También hubo algunos exegetas que comentaron la risa de Sara como si ésta se habría reído desconfiando de las promesas de Dios. Pero hay que leer bien el texto y lo que explica la misma Sara que dice: “Ahora que estoy ‘pasada’ sentiré placer, y además con mi marido viejo…?” Son las perspectivas de un placer algo tardío para ella y  también para su “viejo” que motivaron su sonrisa. Prueba de eso es la molestia de Abraham, su marido que le reprocha de haber reído… de él. El placer sexual y ser madre le despertaba una alegría intima de lo bueno que es vivir en una relación conyugal.
Tenemos que liberarnos de la manía de muchos “sabiondos” que ven pecado en todas partes. Dijeron “In risu semper pecatum” (en la risa siempre pecado) y se argumentaba que Jesús nunca había reído. Con esta mentalidad, no es extraño que la teología tradicional considerara siempre los arrebatos afectivos y sexuales  como si fueran parte de la dramática condición humana aquejada por las consecuencias del famoso “pecado original”. Muchos cristianos comprendieron e identificaron este pecado original como  el primer acto sexual de unos Adán y Eva primordiales.  Sí es cierto que tendremos que reconocer que la sexualidad está marcada por la ambivalencia de la condición humana pero lo primero que la Biblia cuenta es que la sexualidad humana ha sido creada  “antes” de que se estropeará el mundo y que es buena. En el primer relato de creación se lee: “Macho y hembra los creó Dios”  a su “imagen” los creó “y  a continuación se lee: “vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien” (Gen 1,27, 31). En el segundo relato (Gen 2, 4ss), las cosas son más específicas todavía para entender la sexualidad como una realidad de muy buena creación. “Antes” de contar la famosa caída original, el texto dice: después que Yahvé tuvo modelado a la mujer como compañera para Adán, éste celebró efusamente su compañera  “carne de su carne” y, el redactor de la Biblia sentencia diciendo: “Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne. Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban uno del otro”.
 Estos relatos mitológicos enseñan cosas preciosas. Hay cosas escondidas desde la creación del mundo, cosas bien hechas.  Y los gozos afectivos y el placer sexual a pesar de ser tan tergiversados son de estas. Dios ha visto  todo lo que había hecho y era “bien bueno”. Las intimidades placenteras, carnales en la desnudez pueden enseñarnos a re-encontrar ese “paraíso perdido”.
La tradición cristiana perdió muchas veces este sentido primordial del sexo. Como botón de muestra basta recordar una frase de San Jerónimo que llegó hasta decir que “En el matrimonio, hacer el amor voluptuosamente e inmoderadamente es adulterio”.  El santo era un exegeta fantástico pero era un clérigo que sostenía una absurda pelea con su propia sexualidad. Desde siglos, obsesionados del sexto y noveno mandamiento, en la Iglesia, hemos quedado varados en esta mentalidad.
Temiendo exageradamente las malversaciones, hemos escondido la verdad a los hijos que el sexo es para gozar la vida. ¿En qué medida no somos culpables de la explosión de los desórdenes afectivos y sexuales de nuestros contemporáneos por no haber sabido revelar lo positivo de la pasión por una realización afectiva y sexual?
Es importante volver a descubrir y a testimoniar de este sentido profundo que tiene el afecto y el sexo. El Concilio Vaticano II al tratar de las relaciones de la Iglesia con el mundo actual (Gaudium et Spes) parte diciendo que los gozos y esperanzas de los hombres de nuestro tiempo son a la vez gozos y esperanzas de los discípulos de Cristo. Esta solidaridad de los cristianos para valorar  las pasiones amorosas y los goces sensuales con sus contemporáneos es importante. No hay que demonizar el erotismo. Es comprensible que el clero de la Iglesia compuesto por célibes en su disciplina de castidad evite el tema (o lo tolera para la procreación). Hubo un pequeño progreso últimamente cuando  algunos teólogos aceptan el gozar sexual como “expresiones genuinas de amor“ entre esposos  pero, durante muchos siglos, en la teología moral, se daba la procreación como único fin del matrimonio y las relaciones conyugales sin procreación se toleraban para proteger la fidelidad conyugal. Costará para que los feligreses católicos testimonien del sentido peculiar del placer afectivo y sexual como celebración de la existencia y de la vida.
Son placeres que uno da y recibe. Por la misma corporeidad de uno se le puede entregar placer al otro(a), ¡que maravilla! Vivir un momento de dicha como manifestación de una felicidad definitiva. La alegría de esta complacencia mutua refiere a un gusto de vivir, una satisfacción que tiene su razón en la bondad de Dios que Él mismo se complace en “su” humanidad.
 El profeta Isaías escribía en un poema (62, 5) dedicado a la ciudad santa de Jerusalén que es una figura profética del pueblo de Dios decía: “Porque como se casa joven con doncella, se casará contigo tu constructor y con gozo de esposo con su novia se gozará por ti tu Dios”.
Que los casados católicos puedan hablar así de la complacencia de Dios por lo que ha creado. Viviendo sus intimidades amorosas pueden referirlas  fácilmente  al “sentimiento” que Dios nos tiene y al que nos invita a tener para con Él. “Gran misterio es éste” lo dice San Pablo hablando del matrimonio (Ef. 5,32) “El que ama a su mujer…, la alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que Cristo a la Iglesia”.
Los padres tienen que hablar positivamente del despertar afectivo y sexual de sus hijos pero también tienen razón de mantener la privacidad de su cama y de su dormitorio porque el gozo de amarse y de engendrar son de los secretos del arcano que sólo se transmiten sutilmente.
La sicología y el psicoanálisis aportan bastantes indicaciones para mostrar que en el camino a la madurez afectiva y el despertar de una  identidad sexual no todo está sencillo y que los modelos parentales, las ideas preconcebidas, las tradiciones, las creencias intervienen y no siempre favorablemente. Al lugar de comprender mejor esas construcciones emotivas y sensuales que cada uno desarrolla en su vida, el magisterio eclesiástico se adelanta a reglamentar y posteriormente culpabilizar los comportamientos según su catálogo de pecados. Los sacerdotes se ofrecen para corregir y dirigir las vidas individuales y familiares. Años atrás se declaraba pecado mortal todo tipo de desarreglo sexual como la masturbación, usar un condón, un pensamiento pornográfico, lanzar un piropo a una mujer… pero la Iglesia no era igual de severa con las violencias familiares, con los malos salarios o con los falsos testimonios…    
 
Otro tema que brilla por su ausencia en los trabajos sinodales es el de la mujer. 
Los Obispos reconocen que existe hoy día en el mundo un fenómeno de validación de los derechos de la mujer pero no lo reconocen como un signo de los tiempos para orientar la pastoral de  la misma Iglesia. A pesar que las mujeres son más numerosas en las iglesias y más activas en las parroquias y movimientos no logran mejorar su posicionamiento en la Iglesia. Existe una misoginia clerical antigua incomprensible. Se puede entender la cultura de la Biblia antigua que daba una clara inferioridad a las mujeres. Los evangelios y el Nuevo Testamento declararon una igualdad hombre-mujer a los ojos de Dios pero desde San Pablo por adelante se mantuvo una subordinación practica de ellas a sus maridos, un silencio en las reuniones… Curiosamente la mujeres a las que hacen referencia los obispos en su preparación del sínodo son “la adultera” y “la samaritana”, unas figuras femeninas que les dan ocasión para hablar de la misericordia de Jesús para con ellas, y nada más. Curiosamente las alusiones a la Virgen María, ellas mismas son  escuetas. ¿Acaso se debe a la difícil comprensión de su tan especial virginidad y de la devoción filial algo infantil que suscita en sus devotos? Las ”hijas exiliadas de Eva“como lo cantaba el "Salve Regina” no parecen tener  la esperanza por este sínodo de ser rehabilitadas en la Iglesia de mañana.
Entre tanto los trabajos de teólogas y de psicoanalistas nos pueden inspirar. Francoise Dolto en su libro “El evangelio al riesgo de la psicoanálisis” nos da pistas para descubrir y valorar el aporte que significa rehabilitar a las mujeres en la Iglesia. La psiquiatra recuerda por ejemplo a María, la madre de Jesús en la boda de Cana, su intervención para decidir Jesús a empezar a manifestarse, recuerda también de la misma manera “la Cananea”, esa extranjera que consigue la sanación de su hija argumentando a Jesús que “también los perritos comen las migajas que dejan caer los hijos” y permite así, a Jesús, dar una perspectiva universal a la evangelización. Recuerda también “la samaritana” esa  seductora que se descubre con Jesús un deseo mucho más profundo que su sed de agua. “La adúltera”, ella misma,  permite a Jesús demostrar una postura divina muy distinta de la hipocresía muy machista de los que quieren imponer leyes que ni ellos cumplen.  Y la amiga de Jesús, la María de Betania que por su cariño tiene la intuición de la muerte de Jesús y derrama el perfume en sus pies.
Son relatos de mujeres  que nos pueden ayudar a descubrir lo que puede ser un aporte de las mujeres a la Iglesia. Los logros femeninos en todos los ámbitos de la sociedad civil pueden también inspirar a los obispos  para imaginar lo que significaría superar siglos de marginación de la mujer en la Iglesia católica. El Papa Francisco pide a las mujeres tomar espacio en la Iglesia pero se espera algo más que unas cuantas canonizaciones de monjas o de jovencitas. Otras Iglesias cristianas nos han mostrado el ejemplo ordenando algunas mujeres pastores y Obispos.
                Después de señalar estos dos vacíos en los documentos jerárquicos podemos abordar a continuación algunos temas problemáticos. El primero es el tema del “Amor".
                Los obispos hablan  60 veces del amor en sus documentos preparatorios sin embargo la impresión final es de una mistificación del Amor.
 El amor de Dios y de Cristo es descrito como tan distante de todos los amores humanos. Y  a estos, los muestran tan poco verdaderos, los describen como heridos, necesitan purificación, perfeccionamiento…
La misericordia divina evocada suena como una condescendencia general. Por la sensibilidad especial de nuestros contemporáneos se habría esperado la referencia de un amor de Dios a las personas, a los individuos, un amor comprensivo. Sigue penando esa imagen de Dios a la antigua, un Dios que, dicen, que ama pero que muestran severo y que  sabe también castigar si no se cumple con sus ordenanzas.
 Se habla mínimamente del amor personal del hombre hacía Dios. Convendría que todos los legistas eclesiásticos que enseñan lo que deben cumplir las familias y los matrimonios, recuerden lo que dijo Cristo en Lucas 10,27: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente y a tu prójimo como a ti mismo… haz esto y vivirás.” La Iglesia aparece como trabada en todas sus reglamentaciones cuando el amor a Dios es lo esencial. Es difícil hablar de “sacramento” para un matrimonio, cuando no se encuentra delante un amor efectivo para Dios de la pareja.  El amor humano será “divino”, no por cumplir leyes, sólo, lo será cuando se empezará  amar a Dios y al prójimo en el mismo impulso.
El  abuso que se hace de la expresión: “La Familia” es también problemático. Sin duda existe un cierto progreso si uno recuerda  la devoción a la Sagrada familia que fomentó el Papa Pio XI en 1893. Fue una devoción torpe porque exaltaba un estilo de familia muy particular: con un padre adoptivo (San José), una madre virgen (Maria) y  un hijo único (Jesús). 
 
 
                La Familia como lo propone  la jerarquía  corresponde a  un modelo obsoleto que pudo existir antes del surgimiento de la sociedad industrial. 
Las familias fueron consideradas como células que estructuraban y aseguraban el buen funcionamiento de la sociedad. La Antropología mostró cómo evolucionó la familia  desde los grupos más primitivos hasta las sociedades más modernas. Hubo una evolución de lo que se llamó “familia”, existieron varias fórmulas de familia. Simplificando se puede decir que el trabajo asalariado transformó la antigua familia amplia en la familiar nuclear: un padre, una madre con unos hijos. Este tipo de familia, a pesar de sus rasgos mucho más románticos y de un apoyo legal mancomunado del Estado y de la Iglesia, se vio enfrentado a los problemas de educación, de salud, de las desigualdades sociales, de las migraciones y de un cambio cultural impresionante… En estas últimas décadas, las familias buscan adaptarse a los cambios acelerados de una cultura globalizada. El juego del libre mercado y de las megalomanías financieras encerró a los ciudadanos en un particularismo y un individualismo dramáticos. La sobrepoblación de la tierra justificó una procreación limitada. La Iglesia debería hacer suya esta evolución porque es ingenuo creer que existe (en la mente de Dios) un esquema de familia predeterminado para todos los tiempos.
A los que pretenden que Jesús instituyó un modelo familiar particular, se les invita a recordar el episodio del Evangelio de Lucas donde los Saduceos discuten con Jesús con (Lucas 20,27ss), ellos no creían en la resurrección y le presentan a Jesús un caso imaginado de 5 cumplimientos de la ley del “Levirato” (la obligación para un hermano de dar descendencia a su cuñada quedada viuda sin hijo). Jesús no entra en discutir leyes procreativas con ellos, le interesa afirmar lo de la Resurrección. En otro lugar (Mat.19,) con los Fariseos, a Jesús, aquí tampoco le interesa meterse en lo legal o no legal, disculpó a Moisés de haber concedido el divorcio por la dureza de corazón humano, lo que  le interesa es recordar que el amor del hombre y de la mujer viene de Dios, no le importa que el adulterio sea delito o no, el adulterio para él es un desconocimiento del amor que es de Dios que eso es lo importante.
 Si se tuviera entrar en temas más teológicos, convendría referirse a un estudio reciente muy detallado del teólogo Peter Hünermann que  demostró cómo los documentos preparatorios para el sínodo de la familia y de matrimonio tienen sus fundamentos en la doctrina fundamentalista de la encíclica “Casti connubii” de Pio XI de 1930. La teología de este antiguo documento papal  tuvo su influencia en todos los documentos del magisterio de la Iglesia desde entonces: en el Concilio Vaticano II,  en “Humanae vitae” y hasta en los planteamientos del Papa Benedicto XVI. Con los progresos de las investigaciones científicas y teológicas, el profesor de teología emérito de Tubinga ve necesario hacer tres correctivos para las reflexiones sinodales:
- Una revisión del concepto de la Ley Natural.
- Una mejoría en el uso de las referencias bíblicas para los temas de la familia y del  matrimonio.
-Una revisión de la sacramentalidad del matrimonio para adecuar la pastoral tomando en cuenta los fracasos matrimoniales, las reivindicaciones  homosexuales y los planteamientos de la natalidad.
 
Los interesados en profundizar el estudio teológico de los documentos sinodales  pueden leer todo el documento en: sinodofamilia2015.wordpress.com/2015/06/22/revolucion-en-el-matrimonio
 
Manteniéndonos en una visión más sencilla  de las cosas, podemos ver otras flaquezas en la realización de estos trabajos pre-sinodales.
 
Muchos criticaron  el nivel  poco comprensible para el común de la feligresía. En muchas respuestas se señala esta dificultad.
 
Algunas iglesias locales reformularon completamente el cuestionario para dirigirlos a sus comunidades o grupos. En otras diócesis se reunieron grupos de expertos de alto nivel de estudios y de formación teológica. En Chile, por lo extenso del documento vaticano, la conferencia episcopal decidió dividir las preguntas para distribuirlas a estudiar en las distintas diócesis del país. No se conoce exactamente cómo cada diócesis dio cumplimiento a este trabajo ni qué nivel de participación habrán logrado los obispos en su convocatoria para contestar las preguntas. Por facilidad, algunas diócesis se contentaron con las respuestas hechas en una reunión de uno de sus departamentos con un secretario que resumió lo dicho. Aparentemente son pocos los movimientos, los grupos, las parroquias, los grupos que hicieron el trabajo y que publicaron sus resultados.
 
En internet aparecen algunos trabajos de grupos, algunos muy conservadores que aprovecharon hacer propaganda por sus posturas contra el aborto, contra el matrimonio homosexual, contra los desórdenes sexuales…
 
¿Por qué tanta discreción? ¿Un desinterés? ¿Una precaución, un temor de los Obispos de algunos posicionamientos laicos? ¿Temor de acentuar las divisiones locales, las reacciones de las instancias civiles en temas controvertidos?
 
Para mostrar el interés que podría tener tal transparencia, se puede resumir las respuestas que publicó la Iglesia Belga, un pequeño país de Europa.  
 
En Bélgica fueron 1.489 los interesados para contestar a los Obispos del Sínodo.
 
Su primera apreciación es que existe una tensión creciente entre la fe y la familia y que también está en tensión con la sociedad. Reconocen conocer poco las enseñanzas de la Iglesia y piden a ésta más misericordia que enseñanzas. Algunas de sus enseñanzas las consideran imposibles y cuestionan su competencia en algunos temas. Pero reconocen su protección de la familia como algo profético. En cuanto a la Ley Natural les parece complicar más la enseñanza que ayudar. Existe una pastoral muy desigual respecto a la familia considerando que disminuyó mucho la Iglesia.
 
Para las uniones irregulares, piden una actitud de tolerancia, diálogo, hospitalidad y respeto con ellas. Los divorciados católicos se ven ante la alternativa de preferir su felicidad re-encontrada o la de abandonar su unión a la Iglesia. Algunos introducen la idea de una segunda bendición del matrimonio.
 
En cuanto a los homosexuales, existen distintas posiciones. En cuanto al sacramento del matrimonio, muchos lo ven como un ritual de paso. En lo referente a “Humanae vitae” dicen que los esposos consideran cumplir la responsabilidad parental reclamada por el documento pero, por ecología y otros motivos, rechazan la limitación de nacimiento sólo por medios naturales. Este  tema está fuera de la vida de los jóvenes. En conclusión creen que la familia sigue siendo la célula de base de la sociedad y de la Iglesia pero piden a los obispos proponer los valores morales sin traducirlos demasiado rápido en mandamientos y prohibiciones.
 
 La tarea de los obispos del Sínodo no será fácil en octubre. El atraso cultural de la Iglesia tanto doctrinal que pastoral que les revelará la encuesta de opinión no lo podrán solucionar magistralmente. Para evitar estigmatizar unas divisiones ideológicas en la Iglesia ya debilitada por una “descatolicización”, los obispos tendrán que abrirse a una mayor diversidad de espiritualidades respecto al matrimonio y la familia.
 
Para reformar la pastoral, la jerarquía deberá dejar su obsesiva institucionalidad para afianzar lo comunitario a todos los niveles. El mismo cuestionario se adelanta a suponer y a proponer  estrategias comunitarias para los problemas existentes
 
Una reforma comunitaria de las parroquias, de los movimientos, de los obispados… obligará por cierto una declericalización y una democratización de la Iglesia de abajo hacia arriba y, si el Espíritu Santo lo quiere, también de arriba hacia abajo.


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