(De R y L)
La Familia como lo propone la jerarquía corresponde a un modelo obsoleto que pudo existir antes del surgimiento de la sociedad industrial... (Paul Buchet).
El Sínodo de los obispos convocado por el Papa Francisco va terminar en octubre su segunda y última sesión.
Se
pretende poner al día el pensamiento eclesial en los temas del
matrimonio y de la familia a fin de reformar la pastoral al respecto. El
lineamento de los obispos y las preguntas que dirigieron a la
feligresía en una segunda vuelta fueron muy extensos pero dejaron
facetas sin abordar.
Un primer tema descuidado es el tema del placer afectivo y sexual en el matrimonio.
En
realidad el placer del sexo y aún el íntimo disfrutar de la afectividad
son temas reservados en muchas culturas: en las más primitivas como
en las más modernas. El sexo se insinúa en los chistes picarescos, o en
ambientes de licencias sexuales, se lo utiliza comercialmente por el
voyeurismo y la pornográfia, se reprime o se lo exalta en el arte pero
en torno al placer sexual reina un profundo silencio de significado. A
lo más se le encuentra un sentido primario, común a todos los animales,
un sentido de conservación de la especie, pero no mucho más. Las
dificultades de la educación sexual en las familias y en los liceos
sufren este vacío de sentido profundo.
Levy
Strauss, en su libro “Tristes trópicos” cuenta cómo los Nambiquaras, de
esa tribu primitiva del Mato Groso, que vivían desnudos, se retiraban
fuera del grupo tribal para aparearse. Cuenta cómo esto provocaba risas y
bromas de los demás sobre todo con el aprendizaje de los jóvenes; de
hecho miraban los animales acoplarse con las mismas risas, unas risas
que sin duda celebraba la vida que así se recreaba. El placer sexual
manifiesta la felicidad de existir, de vivir.
En
la Biblia antigua, tenemos también una famosa sonrisa, la “sonrisa de
Sara”, la legitima del Padre Abraham. Ella se rió al escuchar las
promesas sorprendentes de Dios de que su marido le iba a dar un hijo
propio, a ella, a quien se le había terminado la regla de las mujeres
como lo cuenta el Génesis 18, 12. Esta historia chistosa fue
tergiversada por los piadosos exegetas que prefirieron comentar la
representación de los tres personajes que visitaron Abraham y que vieron
como la Santa Trinidad.
También
hubo algunos exegetas que comentaron la risa de Sara como si ésta se
habría reído desconfiando de las promesas de Dios. Pero hay que leer
bien el texto y lo que explica la misma Sara que dice: “Ahora que estoy
‘pasada’ sentiré placer, y además con mi marido viejo…?” Son las
perspectivas de un placer algo tardío para ella y también para su
“viejo” que motivaron su sonrisa. Prueba de eso es la molestia de
Abraham, su marido que le reprocha de haber reído… de él. El placer
sexual y ser madre le despertaba una alegría intima de lo bueno que es
vivir en una relación conyugal.
Tenemos que liberarnos de la manía de muchos “sabiondos” que ven pecado en todas partes. Dijeron “In risu semper pecatum”
(en la risa siempre pecado) y se argumentaba que Jesús nunca había
reído. Con esta mentalidad, no es extraño que la teología tradicional
considerara siempre los arrebatos afectivos y sexuales como si fueran
parte de la dramática condición humana aquejada por las consecuencias
del famoso “pecado original”. Muchos cristianos comprendieron e
identificaron este pecado original como el primer acto sexual de unos
Adán y Eva primordiales. Sí es cierto que tendremos que reconocer que
la sexualidad está marcada por la ambivalencia de la condición humana
pero lo primero que la Biblia cuenta es que la sexualidad humana ha sido
creada “antes” de que se estropeará el mundo y que es buena. En el
primer relato de creación se lee: “Macho y hembra los creó Dios” a su
“imagen” los creó “y a continuación se lee: “vio Dios cuanto había
hecho, y todo estaba muy bien” (Gen 1,27, 31). En el segundo relato (Gen
2, 4ss), las cosas son más específicas todavía para entender la
sexualidad como una realidad de muy buena creación. “Antes” de contar la
famosa caída original, el texto dice: después que Yahvé tuvo modelado a
la mujer como compañera para Adán, éste celebró efusamente su
compañera “carne de su carne” y, el redactor de la Biblia sentencia
diciendo: “Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su
mujer, y se hacen una sola carne. Estaban ambos desnudos, el hombre y su
mujer, pero no se avergonzaban uno del otro”.
Estos
relatos mitológicos enseñan cosas preciosas. Hay cosas escondidas desde
la creación del mundo, cosas bien hechas. Y los gozos afectivos y el
placer sexual a pesar de ser tan tergiversados son de estas. Dios ha
visto todo lo que había hecho y era “bien bueno”. Las intimidades
placenteras, carnales en la desnudez pueden enseñarnos a re-encontrar
ese “paraíso perdido”.
La
tradición cristiana perdió muchas veces este sentido primordial del
sexo. Como botón de muestra basta recordar una frase de San
Jerónimo que llegó hasta decir que “En el matrimonio, hacer el amor
voluptuosamente e inmoderadamente es adulterio”. El santo era un
exegeta fantástico pero era un clérigo que sostenía una absurda pelea
con su propia sexualidad. Desde siglos, obsesionados del sexto y noveno
mandamiento, en la Iglesia, hemos quedado varados en esta mentalidad.
Temiendo
exageradamente las malversaciones, hemos escondido la verdad a los
hijos que el sexo es para gozar la vida. ¿En qué medida no somos
culpables de la explosión de los desórdenes afectivos y sexuales de
nuestros contemporáneos por no haber sabido revelar lo positivo de la
pasión por una realización afectiva y sexual?
Es
importante volver a descubrir y a testimoniar de este sentido profundo
que tiene el afecto y el sexo. El Concilio Vaticano II al tratar de las
relaciones de la Iglesia con el mundo actual (Gaudium et Spes)
parte diciendo que los gozos y esperanzas de los hombres de nuestro
tiempo son a la vez gozos y esperanzas de los discípulos de Cristo.
Esta solidaridad de los cristianos para valorar las pasiones amorosas y
los goces sensuales con sus contemporáneos es importante. No hay que
demonizar el erotismo. Es comprensible que el clero de la Iglesia
compuesto por célibes en su disciplina de castidad evite el tema (o lo
tolera para la procreación). Hubo un pequeño progreso últimamente cuando
algunos teólogos aceptan el gozar sexual como “expresiones genuinas de
amor“ entre esposos pero, durante muchos siglos, en la teología moral,
se daba la procreación como único fin del matrimonio y las relaciones
conyugales sin procreación se toleraban para proteger la fidelidad
conyugal. Costará para que los feligreses católicos testimonien del
sentido peculiar del placer afectivo y sexual como celebración de la
existencia y de la vida.
Son
placeres que uno da y recibe. Por la misma corporeidad de uno se le
puede entregar placer al otro(a), ¡que maravilla! Vivir un momento
de dicha como manifestación de una felicidad definitiva. La alegría de
esta complacencia mutua refiere a un gusto de vivir, una satisfacción
que tiene su razón en la bondad de Dios que Él mismo se complace en “su” humanidad.
El
profeta Isaías escribía en un poema (62, 5) dedicado a la ciudad santa
de Jerusalén que es una figura profética del pueblo de Dios decía: “Porque
como se casa joven con doncella, se casará contigo tu constructor y con
gozo de esposo con su novia se gozará por ti tu Dios”.
Que
los casados católicos puedan hablar así de la complacencia de Dios por
lo que ha creado. Viviendo sus intimidades amorosas pueden
referirlas fácilmente al “sentimiento” que Dios nos tiene y al que nos
invita a tener para con Él. “Gran misterio es éste” lo dice San Pablo
hablando del matrimonio (Ef. 5,32) “El que ama a su mujer…, la alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que Cristo a la Iglesia”.
Los
padres tienen que hablar positivamente del despertar afectivo y
sexual de sus hijos pero también tienen razón de mantener la privacidad
de su cama y de su dormitorio porque el gozo de amarse y de engendrar son
de los secretos del arcano que sólo se transmiten sutilmente.
La
sicología y el psicoanálisis aportan bastantes indicaciones para
mostrar que en el camino a la madurez afectiva y el despertar de una
identidad sexual no todo está sencillo y que los modelos parentales,
las ideas preconcebidas, las tradiciones, las creencias intervienen y no
siempre favorablemente. Al lugar de comprender mejor esas
construcciones emotivas y sensuales que cada uno desarrolla en su vida,
el magisterio eclesiástico se adelanta a reglamentar y posteriormente
culpabilizar los comportamientos según su catálogo de pecados. Los
sacerdotes se ofrecen para corregir y dirigir las vidas individuales y
familiares. Años atrás se declaraba pecado mortal todo tipo de
desarreglo sexual como la masturbación, usar un condón, un pensamiento
pornográfico, lanzar un piropo a una mujer… pero la Iglesia no era igual
de severa con las violencias familiares, con los malos salarios o con
los falsos testimonios…
Otro tema que brilla por su ausencia en los trabajos sinodales es el de la mujer.
Los
Obispos reconocen que existe hoy día en el mundo un fenómeno de
validación de los derechos de la mujer pero no lo reconocen como un
signo de los tiempos para orientar la pastoral de la misma Iglesia. A
pesar que las mujeres son más numerosas en las iglesias y más activas en
las parroquias y movimientos no logran mejorar su posicionamiento en la
Iglesia. Existe una misoginia clerical antigua incomprensible. Se puede
entender la cultura de la Biblia antigua que daba una clara
inferioridad a las mujeres. Los evangelios y el Nuevo Testamento
declararon una igualdad hombre-mujer a los ojos de Dios pero desde San Pablo por adelante se mantuvo una subordinación practica de ellas a sus
maridos, un silencio en las reuniones… Curiosamente la mujeres a las que
hacen referencia los obispos en su preparación del sínodo son “la
adultera” y “la samaritana”, unas figuras femeninas que les dan ocasión
para hablar de la misericordia de Jesús para con ellas, y nada más.
Curiosamente las alusiones a la Virgen María, ellas mismas son
escuetas. ¿Acaso se debe a la difícil comprensión de su tan especial
virginidad y de la devoción filial algo infantil que suscita en sus
devotos? Las ”hijas exiliadas de Eva“como lo cantaba el "Salve Regina” no parecen tener la esperanza por este sínodo de ser rehabilitadas en la Iglesia de mañana.
Entre
tanto los trabajos de teólogas y de psicoanalistas nos pueden
inspirar. Francoise Dolto en su libro “El evangelio al riesgo de la
psicoanálisis” nos da pistas para descubrir y valorar el aporte que
significa rehabilitar a las mujeres en la Iglesia. La psiquiatra
recuerda por ejemplo a María, la madre de Jesús en
la boda de Cana, su intervención para decidir Jesús a empezar a
manifestarse, recuerda también de la misma manera “la Cananea”, esa
extranjera que consigue la sanación de su hija argumentando a Jesús que
“también los perritos comen las migajas que dejan caer los hijos” y
permite así, a Jesús, dar una perspectiva universal a la evangelización.
Recuerda también “la samaritana” esa seductora que se descubre con
Jesús un deseo mucho más profundo que su sed de agua. “La adúltera”,
ella misma, permite a Jesús demostrar una postura divina muy distinta
de la hipocresía muy machista de los que quieren imponer leyes que ni
ellos cumplen. Y la amiga de Jesús, la María de Betania que por su
cariño tiene la intuición de la muerte de Jesús y derrama el perfume en
sus pies.
Son
relatos de mujeres que nos pueden ayudar a descubrir lo que puede ser
un aporte de las mujeres a la Iglesia. Los logros femeninos en todos los
ámbitos de la sociedad civil pueden también inspirar a los obispos
para imaginar lo que significaría superar siglos de marginación de la
mujer en la Iglesia católica. El Papa Francisco pide
a las mujeres tomar espacio en la Iglesia pero se espera algo más que
unas cuantas canonizaciones de monjas o de jovencitas. Otras Iglesias
cristianas nos han mostrado el ejemplo ordenando algunas mujeres
pastores y Obispos.
Después
de señalar estos dos vacíos en los documentos jerárquicos podemos
abordar a continuación algunos temas problemáticos. El primero es el
tema del “Amor".
Los obispos hablan 60 veces del amor en sus documentos preparatorios
sin embargo la impresión final es de una mistificación del Amor.
El
amor de Dios y de Cristo es descrito como tan distante de todos los
amores humanos. Y a estos, los muestran tan poco verdaderos, los
describen como heridos, necesitan purificación, perfeccionamiento…
La
misericordia divina evocada suena como una condescendencia general. Por
la sensibilidad especial de nuestros contemporáneos se habría esperado
la referencia de un amor de Dios a las personas, a los individuos, un
amor comprensivo. Sigue penando esa imagen de Dios a la antigua, un Dios
que, dicen, que ama pero que muestran severo y que sabe también castigar si no se cumple con sus ordenanzas.
Se habla mínimamente del amor personal del hombre hacía Dios.
Convendría que todos los legistas eclesiásticos que enseñan lo que
deben cumplir las familias y los matrimonios, recuerden lo que dijo Cristo en Lucas 10,27: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente y a
tu prójimo como a ti mismo… haz esto y vivirás.” La Iglesia aparece
como trabada en todas sus reglamentaciones cuando el amor a Dios es lo
esencial. Es difícil hablar de “sacramento” para un matrimonio, cuando
no se encuentra delante un amor efectivo para Dios de la pareja. El
amor humano será “divino”, no por cumplir leyes, sólo, lo será cuando se empezará amar a Dios y al prójimo en el mismo impulso.
El
abuso que se hace de la expresión: “La Familia” es también
problemático. Sin duda existe un cierto progreso si uno recuerda la
devoción a la Sagrada familia que fomentó el Papa Pio XI en 1893. Fue
una devoción torpe porque exaltaba un estilo de familia muy particular:
con un padre adoptivo (San José), una madre virgen (Maria) y un hijo
único (Jesús).
La Familia como lo propone la jerarquía corresponde a un modelo
obsoleto que pudo existir antes del surgimiento de la sociedad
industrial.
Las
familias fueron consideradas como células que estructuraban y
aseguraban el buen funcionamiento de la sociedad. La Antropología mostró
cómo evolucionó la familia desde los grupos más primitivos hasta las
sociedades más modernas. Hubo una evolución de lo que se llamó
“familia”, existieron varias fórmulas de familia. Simplificando se puede
decir que el trabajo asalariado transformó la antigua familia amplia en
la familiar nuclear: un padre, una madre con unos hijos. Este tipo de familia, a pesar de sus rasgos mucho más románticos y de un apoyo legal
mancomunado del Estado y de la Iglesia, se vio enfrentado a los
problemas de educación, de salud, de las desigualdades sociales, de las
migraciones y de un cambio cultural impresionante… En estas últimas
décadas, las familias buscan adaptarse a los cambios acelerados de una
cultura globalizada. El juego del libre mercado y de las megalomanías
financieras encerró a los ciudadanos en un particularismo y un
individualismo dramáticos. La sobrepoblación de la tierra justificó una
procreación limitada. La Iglesia debería hacer suya esta evolución
porque es ingenuo creer que existe (en la mente de Dios) un esquema de
familia predeterminado para todos los tiempos.
A los que pretenden que Jesús
instituyó un modelo familiar particular, se les invita a recordar el
episodio del Evangelio de Lucas donde los Saduceos discuten con Jesús
con (Lucas 20,27ss), ellos no creían en la resurrección y le presentan a
Jesús un caso imaginado de 5 cumplimientos de la ley del “Levirato”
(la obligación para un hermano de dar descendencia a su cuñada quedada
viuda sin hijo). Jesús no entra en discutir leyes procreativas con
ellos, le interesa afirmar lo de la Resurrección. En otro lugar (Mat.19,)
con los Fariseos, a Jesús, aquí tampoco le interesa meterse en lo legal
o no legal, disculpó a Moisés de haber concedido el divorcio por la
dureza de corazón humano, lo que le interesa es recordar que el amor
del hombre y de la mujer viene de Dios, no le importa que el adulterio
sea delito o no, el adulterio para él es un desconocimiento del amor que
es de Dios que eso es lo importante.
Si
se tuviera entrar en temas más teológicos, convendría referirse a un
estudio reciente muy detallado del teólogo Peter Hünermann que demostró
cómo los documentos preparatorios para el sínodo de la familia y de
matrimonio tienen sus fundamentos en la doctrina fundamentalista de la
encíclica “Casti connubii” de Pio XI de 1930. La teología de
este antiguo documento papal tuvo su influencia en todos los documentos
del magisterio de la Iglesia desde entonces: en el Concilio Vaticano
II, en “Humanae vitae” y hasta en los planteamientos del Papa
Benedicto XVI. Con los progresos de las investigaciones científicas y
teológicas, el profesor de teología emérito de Tubinga ve necesario
hacer tres correctivos para las reflexiones sinodales:
- Una revisión del concepto de la Ley Natural.
- Una mejoría en el uso de las referencias bíblicas para los temas de la familia y del matrimonio.
-Una revisión de la sacramentalidad del matrimonio para adecuar la pastoral tomando en cuenta los fracasos matrimoniales, las reivindicaciones homosexuales y los planteamientos de la natalidad.
Los
interesados en profundizar el estudio teológico de los documentos
sinodales pueden leer todo el documento en:
sinodofamilia2015.wordpress.com/2015/06/22/revolucion-en-el-matrimonio
Manteniéndonos
en una visión más sencilla de las cosas, podemos ver otras flaquezas
en la realización de estos trabajos pre-sinodales.
Muchos criticaron el nivel poco comprensible para el común de la feligresía. En muchas respuestas se señala esta dificultad.
Algunas
iglesias locales reformularon completamente el cuestionario para
dirigirlos a sus comunidades o grupos. En otras diócesis se reunieron
grupos de expertos de alto nivel de estudios y de formación teológica.
En Chile, por lo extenso del documento vaticano, la conferencia
episcopal decidió dividir las preguntas para distribuirlas a estudiar en
las distintas diócesis del país. No se conoce exactamente cómo cada
diócesis dio cumplimiento a este trabajo ni qué nivel de participación
habrán logrado los obispos en su convocatoria para contestar las
preguntas. Por facilidad, algunas diócesis se contentaron con las
respuestas hechas en una reunión de uno de sus departamentos con un
secretario que resumió lo dicho. Aparentemente son pocos los
movimientos, los grupos, las parroquias, los grupos que hicieron el
trabajo y que publicaron sus resultados.
En
internet aparecen algunos trabajos de grupos, algunos muy conservadores
que aprovecharon hacer propaganda por sus posturas contra el aborto,
contra el matrimonio homosexual, contra los desórdenes sexuales…
¿Por
qué tanta discreción? ¿Un desinterés? ¿Una precaución, un temor de los
Obispos de algunos posicionamientos laicos? ¿Temor de acentuar
las divisiones locales, las reacciones de las instancias civiles en
temas controvertidos?
Para
mostrar el interés que podría tener tal transparencia, se puede resumir
las respuestas que publicó la Iglesia Belga, un pequeño país de
Europa.
En Bélgica fueron 1.489 los interesados para contestar a los Obispos del Sínodo.
Su
primera apreciación es que existe una tensión creciente entre la fe y
la familia y que también está en tensión con la sociedad. Reconocen
conocer poco las enseñanzas de la Iglesia y piden a ésta más
misericordia que enseñanzas. Algunas de sus enseñanzas las consideran
imposibles y cuestionan su competencia en algunos temas. Pero reconocen
su protección de la familia como algo profético. En cuanto a la Ley
Natural les parece complicar más la enseñanza que ayudar. Existe una
pastoral muy desigual respecto a la familia considerando que disminuyó
mucho la Iglesia.
Para
las uniones irregulares, piden una actitud de tolerancia, diálogo,
hospitalidad y respeto con ellas. Los divorciados católicos se ven ante la alternativa de preferir su felicidad re-encontrada o la de
abandonar su unión a la Iglesia. Algunos introducen la idea de una
segunda bendición del matrimonio.
En
cuanto a los homosexuales, existen distintas posiciones. En cuanto al
sacramento del matrimonio, muchos lo ven como un ritual de paso. En lo
referente a “Humanae vitae” dicen que los esposos consideran
cumplir la responsabilidad parental reclamada por el documento pero, por
ecología y otros motivos, rechazan la limitación de nacimiento sólo por
medios naturales. Este tema está fuera de la vida de los jóvenes. En
conclusión creen que la familia sigue siendo la célula de base de la
sociedad y de la Iglesia pero piden a los obispos proponer los valores
morales sin traducirlos demasiado rápido en mandamientos y
prohibiciones.
La tarea de los obispos del Sínodo no será fácil en octubre.
El atraso cultural de la Iglesia tanto doctrinal que pastoral que les
revelará la encuesta de opinión no lo podrán solucionar magistralmente.
Para evitar estigmatizar unas divisiones ideológicas en la Iglesia ya
debilitada por una “descatolicización”, los obispos tendrán que abrirse a
una mayor diversidad de espiritualidades respecto al matrimonio y la
familia.
Para
reformar la pastoral, la jerarquía deberá dejar su obsesiva
institucionalidad para afianzar lo comunitario a todos los niveles. El
mismo cuestionario se adelanta a suponer y a proponer estrategias
comunitarias para los problemas existentes
Una
reforma comunitaria de las parroquias, de los movimientos, de los
obispados… obligará por cierto una declericalización y una
democratización de la Iglesia de abajo hacia arriba y, si el Espíritu
Santo lo quiere, también de arriba hacia abajo.
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