La noticia sorpresa de François Hollande, publicada el domingo 9 de diciembre, de crear un Observatorio Nacional de la Laicidad (que tendrá que formular proposiciones referidas, preferentemente, a la transmisión de la moral pública en la escuela) expresa una voluntad personal de calmar los ánimos en un asunto que quema. El jefe del estado ha elegido el discreto marco de una ceremonia privada en el Eliseo para dar a conocer la decisión y ha empleado las palabras, cuidadosamente elegidas el 9 de diciembre, aniversario de la ley de 1905. La laicidad no es ni “una doctrina” ni un “dogma”, sino “el arte de vivir juntos”.
Con estas palabras, François Hollande muestra el tono que le gustaría percibir en los terceros “Encuentros sobre la laicidad” organizados por el grupo socialista de la Asamblea Nacional en los que intervendrán tres ministros. Sin ningún tipo de duda, es un tono que apela a la tranquilidad. Dentro de la actual mayoría gubernamental, hay muchas personalidades que recientemente han vertido críticas sobre los diferentes cultos, en general, y sobre la Iglesia católica, en particular, por su oposición al matrimonio homosexual.
El 29 de noviembre, el diputado radical Alain Tourret (Calvados) criticó duramente al cardenal André Vingt-Trois con ocasión de su intervención ante la comisión de leyes. Algunos socialistas, los del sector más radical y los ecologistas, consideran que la Iglesia está infringiendo la laicidad cuando llama a manifestarse en la calle. En el tenso marco de este contexto, la salida de tono (más mediática que real) de Cécile Duflot, ministra de la vivienda, sugiriendo un posible embargo de los bienes de la iglesia para hospedar a los “sin hogar” ha sonado a ajuste de cuentas.
“El Observatorio de la laicidad, el regalo de consolación”. Sin embargo, este rancio anticlericalismo se encuentra muy lejos de ser compartido por el conjunto de la izquierda. En la cúpula del Estado, el presidente y el primer ministro poseen una acreditada trayectoria de acercamientos pragmáticos y tranquilizadores con los diferentes cultos. Y entre los defensores más activos de la laicidad, se rechaza frontalmente cualquier intención de avivar una especie de guerra de las religiones.
Jean Glavany, diputado de Hautes-Pyrénées y organizador de los Encuentros sobre la Laicidad, entiende que los cultos “tienen toda la legitimidad para dar conocer su opinión en público e, incluso, para manifestarse en la calle. A los parlamentarios les corresponde hacer su trabajo y defender las leyes de la República”.
Durante su campaña presidencial, el candidato Hollande había anunciado su intención de inscribir la ley de 1905 en la Constitución, una idea sugerida por Jean Glavany y por las organizaciones laicas. Pero esta propuesta ha suscitado muchísimas reticencias en la izquierda, comenzando por los electos socialistas de Alsacia-Mosela, vinculados a un régimen concordatario.
El Presidente del Observatorio internacional de la laicidad, el abogado Jean-Michel Quillardet no se hace muchas ilusiones sobre el éxito de la reforma que habría que emprender. “El presidente nos da el Observatorio de la laicidad como el regalo de consolación, pero, en lo que se refiere a la ley de 1905, no se toca nada”, se lamenta. Lo paradójico es que son los mismos electos alsacianos quienes desean reformar la Constitución, pero no para cuestionar el régimen concordatario, sino, al contrario, para constitucionalizarlo. El diputado socialista de Bas-Rhin, Armand Jung, ha exigido la creación de una comisión parlamentaria sobre el asunto “para volver a poner todo sobre la mesa”.
Sorprendentes iniciativas en la izquierda. La cuestión de la laicidad ha provocado que ciertos electos socialistas hayan adoptado iniciativas sorprendentes. Así, por ejemplo, el diputado del Val-d'Oise y alcalde de Argenteuil, Philippe Doucet ha creado recientemente en su ciudad un “consejo de los cultos” del que forman parte los responsables religiosos, ciudadanos y representantes de los poderes públicos. “Este Consejo organizará un día de las espiritualidades a fin de que todos puedan conocer los lugares de culto”, explica el alcalde en su blog. La iniciativa está provocando gran malestar en la izquierda. Jean-Michel Quillardet se ha dirigido al primer secretario del Partido Socialista y al presidente de su grupo en la asamblea pidiéndoles que se posicionen al respecto.
Jean Glavany admite que la cuestión de la laicidad suscita innumerables preguntas en la izquierda referidas a la moral que el gobierno pretende implantar en la escuela o sobre el creciente aumento del fundamentalismo islámico. “Los Encuentros sobre la Laicidad se han organizado con un espíritu constructivo. Esperamos respuestas sobre puntos concretos. ¿Por ejemplo, qué va a hacer el gobierno con los 400 municipios franceses en los que sólo hay una escuela privada?”. Este es un asunto que preocupa a los electores y a los elegidos mucho más que las polémicas sobre los posicionamientos de la Iglesia.
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