N. Senèze,
El origen de la palabra cardenal procede del adjetivo latino “cardinalis”, derivado de “cardo”, que vendría a significar “referencial”. En los primeros siglos de la cristiandad, se designaba así a los clérigos agregados a una parroquia o a una diaconía. Es un término que, al final, acabó siendo usado únicamente para designar al clero de la diócesis de Roma.
En la actualidad, los cardenales están repartidos en tres “órdenes”: los cardenales-diáconos (titulares de una diaconía), los cardenales-sacerdotes (titulares de una parroquia romana) a los que se suman los cardenales-obispos (titulares de una diócesis de las afueras de Roma, llamados suburbicarios).
Se trata de una vinculación más ficticia que real a la diócesis de Roma (para ser cardenal hay que estar obligatoriamente ordenado como obispo) que busca expresar el nexo especial existente entre el Papa y los cardenales. El cardenal André Vingt-Trois, arzobispo de París, es, por ejemplo, cardenal-sacerdote de San-Louis-des-Français, es decir, encargado titular de la parroquia romana de San-Louis-des-Français (aunque es otro sacerdote el que presta de hecho este servicio).
El Sacro Colegio está presidido por un decano que no es el mayor de edad de los cardenales, sino uno de los cardenales-obispos, elegido por sus pares, tras haber sido nombrado por el Papa (actualmente el italiano Angelo Sodano) y secundado por un vice-decano (en nuestros días el francés Roger Etchegaray).
Los cardenales más antiguos de cada orden (el proto-presbítero y el proto-diácono) también tienen cargos particulares: así, por ejemplo, al proto-diácono (en la actualidad, el francés Jean-Louis Tauran) le corresponde anunciar, cuando finaliza el cónclave, el nombre del nuevo Papa.
El Papa puede elegir y crear (para proteger a quien es promovido al cardenalato cuando procede de un país en el que la iglesia es perseguida) un cardenal “in pectore” (en su corazón), es decir, puede mantener en secreto su nombre. Cuando su nombre se hace público, el cardenal en cuestión ocupa su sitio en el Sacro Colegio a partir del día de su “reservatio”. Pero puede suceder que el Papa muera sin que el nombre del elegido sea conocido, incluso para el directamente concernido (algo que sucedió con el cardenal creado “in pectore” el año 2003 por Juan Pablo II).
¿Cuál es el papel de los cardenales?
Habitualmente se entiende que el Sacro Colegio de los cardenales es algo así como el “Senado de la iglesia”. De hecho, su primera responsabilidad es aconsejar al Papa en la dirección de la iglesia universal. Es una misión que han asumido desde los primeros momentos de su institución: a partir del siglo IV, el clero de Roma quedó asociado a las decisiones que tomaba el obispo de Roma, especialmente cuando trataba de solucionar problemas planteados por otros obispos. Los papas tenían la costumbre de reunir a los sacerdotes y diáconos de Roma en consistorio (de “consistorium”, referido al consejo de los emperadores romanos).
Con Urbano II (1088-1099) el consistorio, que integraba únicamente a los cardenales-sacerdotes, gana la partida al Sínodo de la diócesis de Roma y se convierte en un verdadero lugar de decisión. A partir de este momento se puede hablar del Sacro Colegio como de una institución auténticamente constituida. Se va estructurando poco a poco: en 1245, en el concilio de Lion, consiguen el sombrero cardenalicio (suprimido en 1969), mientras que en 1291 Bonifacio VIII les concede la sotana roja. Finalmente, en 1464, alcanzan el privilegio de llevar el birrete, distintivo propio de los doctores en teología.
Con la gran reforma de Sixto Quinto, en 1588, y la creación, en la Curia , de los diferentes dicasterios con un cardenal-prefecto al frente, los cardenales se convierten en colaboradores individuales del papa. A partir de entonces, el consistorio se reúne de vez en cuando y queda reservado para las ocasiones excepcionales.
Hay que esperar a Juan Pablo II, y después a Benedicto XVI, para asistir a la revalorización del consistorio (y de las reuniones plenarias del Sacro Colegio): se le encomienda abordar asuntos importantes sobre los que el Papa quiere recoger la opinión de los cardenales. Benedicto XVI les ha convocado para tratar el problema de los lefebvristas (2006), el diálogo islamo-cristiano (2007) o los escándalos de la pedofilia (2010).
Pero la tarea más espectacular del Sacro Colegio es, por supuesto, la elección del papa. A partir de 1059, Nicolás II adjudica esta misión a los cardenales-obispos. Es una tarea que se amplía a los tres órdenes en 1130, siendo confirmada finalmente en 1179.
En 1970, Pablo VI reservará el acceso al cónclave solo a los cardenales menores de 80 años.
¿Quiénes son los cardenales?
El número de cardenales ha variado mucho a lo largo de la historia: una treintena en los primeros siglos de la cristiandad, a veces menos de diez en la Edad Media , antes de que Sixto Quinto limitara su número a 70. Un límite que perdurará hasta Juan XXIII, cuyos esfuerzos de internacionalización del Sacro Colegio harán que “estalle” el número de cardenales, empujando a que su sucesor limite el número de electores, menores de 80 años, a 120.
Con los seis que Benedicto XVI ha creado el sábado 24 de noviembre, el número de cardenales alcanzará los 211: un récord en la historia de la iglesia.
Habida cuenta de que los primeros cardenales procedían del clero romano, el número de los italianos ha sido durante mucho tiempo mayoritario en el Sacro Colegio. Solo los franceses han podido competir con ellos en alguna ocasión: si el 80% de los cardenales eran italianos frente al 12% de franceses entre los siglos XII-XIV, esta proporción se invierte durante el papado de Aviñón (85% de franceses frente al 10% de italianos).
La vuelta del papado a Roma firmará un largo dominio de los italianos que empezará a diluirse en los siglos XIX y XX. Así, en 1800, solo había cinco cardenales extranjeros en el cónclave que eligió a Pío VII, pero ya eran 25 en 1878, en la elección de León XIII. El primer cardenal americano fue nombrado en 1875, seguido diez años después del primero de Oceanía. Habrá que esperar a 1905 para ver a un cardenal latinoamericano, a 1946 a un asiático y a 1960 a un africano.
Todavía en la actualidad, el Sacro Colegio está dominado por los europeos que son el 55% de los mismos (de los que el 51% de los electores son italianos, lo que representa todavía casi la mitad de ellos).
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