Marco Bernardoni
Il Regno – Attualità 8 (2012) 222
El pasado 23 de marzo se ha celebrado en el aula
magna de la Facultad teológica del Triveneto, en Padua, el congreso titulado
“¿Cuál es el rostro más adecuado para la Iglesia? Entre la tradición y la
renovación”.
El Congreso ha contado con tres intervenciones
por la mañana: la introducción, a cargo de Livio Tonello, profesor de teología
pastoral en la Facultad de teológica del Triveneto, y dos ponencias, una eclesiológica,
a cargo de Hervé Legrand, y otra histórica, a cargo de Daniele Menozzi. A la
tarde, después de la conferencia de Alessandro Castegnaro (profesor de
sociología de la misma facultad de Padua), se han puesto en marcha los llamados
“laboratorios” temáticos que se han cerrado, al atardecer, con la conferencia
de Giampietro Ziviani, profesor de eclesiología de la Facultad Teológica del Triveneto.
El Congreso, después de abordar la situación
actual de la iglesia, de la pastoral, de la recepción conciliar y de la
religiosidad popular, así como las llamadas “pertenencias críticas” (la
cuestión juvenil, el papel de la mujer y la pastoral de divorciados vueltos a
casar), se ha centrado en el futuro
de la parroquia y de las unidades pastorales.
“En toda Europa –ha sostenido H. Legrand-
se gastan muchas energías en
reorganizar las parroquias y los territorios pastorales en función del número
de sacerdotes disponibles. Es una tarea que provoca muchas resistencias (…),
tanto por parte de las comunidades actualmente existentes como por parte de los
mismos pastores”, frecuentemente obligados a tener que desempeñar funciones más
de “managers” que de responsables pastorales.
H. Legrand ha recordado
(ante las reorganizaciones centradas, sobre todo, en la unificación de
parroquias y creación de unidades pastorales) un principio teológico
fundamental que se está descuidando por la urgencia de la tarea emprendida: el
replanteamiento de la presencia de la Iglesia en el territorio no puede realizarse
teniendo como criterio únicamente el número de sacerdotes disponibles. “Así nos
alejamos de la lógica de la “Lumen Gentium” ya que se hace depender la Iglesia
del ministerio que está a su servicio. (...). Es cierto que algunos territorios
tienen una gran importancia económica y política. Pero cuando el 90% de su
población no participa en la eucaristía ¿hay que ocuparse de una Iglesia formada
por un “pequeño resto” de personas ya convencidas? Cuando se actúa de esta
manera ¿se es fiel al Evangelio (que es para todo el mundo) y a la decisión del
Vaticano II de dirigirse a todos?
En cuanto a la
posibilidad de una acción pastoral a partir de la parroquia, H. Legrand ha sido
claro. Los nuevos datos sociológicos de que disponemos, al menos en Europa, ya
“no invitan a seguir sosteniendo que la parroquia es -como se decía hace
cincuenta años- una “comunidad misionera”, es decir, ya no es viable hacer de
la parroquia el punto de partida privilegiado para la revitalización de la vida
cristiana en nuestros países. Se necesita un nuevo nivel de acción, el de la
diócesis (e, incluso, el de varias diócesis). Y esto ya es una nueva forma de
proceder: la del trabajo en red. Además, esta manera de funcionar tendrá que
descansar más en los llamados equipos pastorales (“équipes”) y bastante menos en
los sacerdotes”.
La tarea de estos
“equipos pastorales”, integrados por diferentes especialistas, consistirá en imaginar
y proponer nuevas maneras de anunciar el Evangelio de manera significativa. Y
hacerlo a partir de la sensibilidad y de las demandas de espiritualidad,
todavía presentes en nuestra sociedad.
Sin embargo, las
aportaciones sobre este punto no han sido concordes.
Así, por
ejemplo, Livio Tonello, aun reconociendo su actual insuficiencia, entiende que la
parroquia sigue siendo una de las “canteras” prioritarias de la Iglesia en las
Tres Venecias: “sigue siendo un punto fuerte, por su tradición y capilaridad
territorial, a la hora de ofrecer una imagen de iglesia cercana y visible, en
la que la gente todavía puede identificarse y reunirse a su alrededor”.
Por su parte, Giampietro Ziviani ha argumentado que, siendo
incuestionable la necesidad de una reducción numérica y burocrática de las
parroquias, una iglesia misionera no podrá descuidar la red parroquial, porque
“un catolicismo puramente electivo quedaría expuesto al riesgo del sectarismo y
ya no sería misionero”.
En apoyo de esta
posición, ha traído a colación el siguiente texto del cardenal Kasper: “La
Iglesia no debe convertirse en una iglesia elitista, integrada por personas religiosamente
resueltas, eclesialmente comprometidas de manera plena y altamente dotadas desde
el punto de vista religioso. La Iglesia tendrá que ser siempre Iglesia del
pueblo en el sentido de que está arraigada en el pueblo y existe para todos”.
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