Por emérito que sea, el Obispo José Mª Setién continúa trabajando
todos los días. Como es conocido, su capacidad intelectual le permite
escudriñar los entresijos de leyes, mandatos, situaciones de hecho y
prestar especial atención a los aspectos éticos y jurídicos que entraña
la gran cuestión de la paz, pendiente todavía en nuestra sociedad del
País Vasco.
El 25 de marzo de este mismo año, el Diario Vasco de San Sebastián publicó una extensa entrevista a monseñor Setién,
firmada por Amaya Chico. La citada periodista lo presenta como persona
comprometida en la consolidación del nuevo escenario del fin de la
violencia en Euskadi, que apela a la implicación de todos en la búsqueda
de la paz integral. Una paz en la cual las dimensiones éticas y
jurídicas vayan conjuntamente. Miren Jone Azurza en Atrio.
Considera Setién que el nuevo tiempo sin violencia que se ha abierto
en Euskadi supone el comienzo de una solución a un problema que nos ha
hecho sufrir durante mucho tiempo. Y siente, como todos nosotros, una alegre esperanza de todo esto termine bien.
Una paz apoyada en la verdad
En cuanto al final de ETA, afirma que todavía no se ha conseguido y
que tenemos que seguir caminando por la vía comenzada. A la pregunta de
si posee una hoja de ruta definida responde que puede haber una
aportación muy importante por parte de la Iglesia, para hacer presente
la dimensión ética: una paz apoyada en la verdad, la justicia, la
libertad e incluso en el amor. Le parece importante que sean estos
valores los que estimulen la realización del objetivo que perseguimos.
Insiste en la necesidad de hablar sobre los fines que se quieren conseguir y a
partir de un acuerdo sobre ellos, afrontar después aspectos necesarios
como presos, víctimas, desarme… Ahora bien, si la consolidación de la
paz debe apoyarse la verdad, nos encontramos con que hay verdades
distintas. ¿Habrá que renunciar a la verdad para resolver el problema o
tratar de buscar una aproximación mutua para poder compartir una misma
verdad? Si no lo hacemos, el problema se cierra en falso. Si no se da un
esfuerzo, un intento de apoyar la paz sobre esa verdad compartida,
estaremos buscando una paz sin la consistencia que quisiéramos.
Setién ve que no estamos llegado al fondo de los problemas para
intentar resolverlos desde esa verdad compartida y que, si los objetivos
no se clarifican, entraremos en una situación de transición bastante
imperfecta.
No se conseguirá a golpe de leyes
Si empezamos por la necesidad de reconocer el daño causado, la cuestión es saber si las acciones por las cuales se produce ese sufrimiento
tienen razones conforme a justicia o no. Hay que plantearlo debidamente,
si no, no estamos resolviendo el problema. Por ejemplo, ¿existe una
verdad en relación con los vencedores y los vencidos? Este concepto no
nos ayuda en absoluto a resolver el problema. Si significa que el
vencedor puede exigir al vencido todas las exigencias que quiera
imponerle, no podremos decir que estamos buscando una paz entre todos.
La paz y la reconciliación no se van a lograr a golpe de leyes, sino
que tienen otras dimensiones de orden ético. Suponen otras actitudes
distintas.
Pedir perdón, mostrar arrepentimiento etc. no son exigencias para la
aplicación rigurosa de la ley sino exigencias para que la ley sea
suavizada.
Por tanto, si queremos que la reconciliación y la paz sean
verdaderas, tenemos que tratar de buscar una armonía mayor entre la
exigencia de valores éticos y el mero cumplimiento de la justicia. Lo
exige el concepto de paz integral. El cumplimiento de la ley por sí solo
no implica conversión hacia la pacificación.
Según cierta mentalidad, no se debe pedir perdón por considerarlo un
valor religioso. ¡Triste sociedad ésta en la cual, para que este valor
que considero humano, tenga que estar motivado solamente por razones
religiosas! Se me caería la cara de vergüenza si pensara que es normal
una sociedad en la que no se perdona porque no tiene la dimensión
religiosa. Una de las maneras de convivir más humana es aquella en la
que el perdón, sin negar las exigencias de la justicia, hace que las
personas puedan mirarse a los ojos, acogerse. Todo eso es humano ¿no?
“Negociación” ETA – Gobierno
Acerca de la necesidad de que se dé una negociación entre ETA y el
Gobierno, afirma D. José María que la paz es una realidad imposible de
conseguir plenamente si el Estado no hace lo que tiene que hacer y si
ETA tampoco hace lo que tiene que hacer. Sentarse en torno a una mesa
para que cada parte diga lo que ha de hacer, no es en absoluto necesario
para que se consiga. Lo que sí es necesario es que tanto el Gobierno y
el Estado como ETA, estén dispuestos a hacer lo que tienen que hacer
mirando al interés del pueblo.
Una cosa es una fórmula de comunicación que facilite la realización
de esas exigencias y otra convertir eso en una negociación. ¿Por qué
empeñarse en el término “negociar”, si se presupone que eso implica un
reconocimiento de la legitimidad de ETA? Pues no utilice usted esa
palabra, pero acepte –Gobierno, ETA y todos los que tenemos
responsabilidad-, lo que cada uno tiene que hacer.¿Por qué discutir si
eso es negociar o no? En cuanto al Estado, sabe perfectamente lo que
tiene que hacer. Además, cuando se dice el Estado parece que decimos los
partidos…
Entre todos tendrán que buscar el camino para realizar una paz que sea de todos, no de partido.
¿No decimos que no había que sacar provechos particulares? Pues
cúmplase. Pienso que entre todos los partidos, incluso ése que no está
reconocido y que debería estarlo (Sortu), tendrán que buscar las
condiciones. Y si hay pasos que no se pueden dar, no se darán.
El futuro de ETA
Por otra parte, ETA tiene que cumplir lo que prometió: la renuncia
definitiva. Y ahora es evidente que eso supone también el desarme. Tras
eso, tendrán que buscar cuál es la razón de ser de la persistencia o no
persistencia. Eso es un problema que vendrá después.
Y no estoy hablando sólo de la declaración de su disolución sino de una ETA que
ha renunciado a la violencia, que lo confirma desarmándose y que queda
como una sociedad civil. Ella sabrá lo que ha de hacer y el Estado, ver
qué razones tendrá entonces para exigir la disolución en aras de la
pacificación. Esas son también decisiones históricas. Las cosas cambian
y, en función de esos cambios, cuando se ve que pueden ser positivos, se
exigirán y si no, se dejarán.
Una de las cosas que no acabo de entender es, por ejemplo, por qué en
estos momentos, para hablar de la Izquierda Abertzale, se está
renovando la referencia a Batasuna, que ya no existe. ¿Se quiere
despertar la dimensión de violencia que tuvo Batasuna, como si los
partidos de la Izquierda Abertzale fueran una continuidad de aquello? En
la medida en que a Sortu lo ponemos en relación con Batasuna, estamos
insinuando una referencia con un partido de la Izquierda Abertzale que
estaba caracterizado por la violencia. No es una terminología acertada.
No son los mismos.
Estos señores quieren hacer otros partidos. No quieren saber nada con
la violencia. Pues hablemos del partido Sortu, porque si no, estamos
manteniendo, no sé si consciente o inconscientemente, que dichos señores
están todavía pendientes de una Batasuna vinculada a la violencia. En
estos momentos, llamarlos “sucesores de Batasuna” no ayuda a nada. Y si
no ayuda a situarse en el contexto actual ¿para qué utilizarla?
Me parece muy importante la utilización de las palabras; por lo que
dicen, sugieren o pueden rememorar. A Sortu ¿hay que llamarla una y otra
vez “la heredera” de Batasuna?
Sobre las víctimas
Todos tienen un papel importante que jugar pero de ahí a que se
conviertan en referencia, es otra cuestión. La reconciliación es una
dimensión bilateral.
Se pretende ir más allá de un mero cumplimiento externo de la ley.
Afecta a las actitudes. Es positivo que las víctimas se inclinen hacia
la plena pacificación reconciliándose. Pero cuando se dice que “deben”
¿qué se les pide? ¿Perdonar, ofrecer perdón? Se confunden el deber de la
ley y la exigencia emanada de la interiorización de los valores éticos
fundamentales. La justicia me puede obligar a actuar de una manera pero
no imponer las motivaciones por las que yo actúo así.
Papel de la Iglesia vasca
Sencillamente, la Iglesia tiene que cumplir con su obligación de ser
defensora de los valores éticos que ella misma Éticos que ella misma ha
manifestado: decir la verdad, libertad, pedir que se cumpla la justicia y
que todo esto esté motivado por el amor. Si se le pide que preste
algunos servicios para la realización del bien que todos deseamos, creo
que la Iglesia ni se ha negado ni se negará. ¿Que actúe como mediadora?
Es cuestión de que se lo pidan, y si ve que puede realizar alguna acción
eficaz, no dudará nunca en hacerlo.
Se ha solido rumorear también que la Iglesia vasca debería pedir
perdón por actitudes que ofendieron en el pasado a algunas víctimas. Lo
que hay que examinar es si esas razones por las cuales se dice que ha de
pedir perdón, son o no objetivas. Me cabe la satisfacción de afirmar
que fundamentalmente, la Iglesia vasca hizo lo que tenía que hacer.
Podía haberlo hecho mejor, evidentemente, y también peor. No somos
perfectos. Pero pedir perdón públicamente como si hubiera habido un
desconocimiento de lo que tenía que haber sido su comportamiento en
relación con el conflicto y con las víctimas, no me parece una
apreciación acertada.
San Sebastián, 30.03.2012
(Transcribe: Miren Jone Azurza)
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