sábado, 11 de febrero de 2012

El actual debate sobre la laicidad en Francia

El 10 de agosto de 2007, el Presidente de la República y varios de sus ministros asisten a los funerales del cardenal Lustiger en Notre Dame de París.

Émile Poulat, sociólogo e historiador
Tradujo y condensó: Jesús Martínez Gordo


Al abrir su campaña presidencial en le Bourget el domingo, 22 de enero, François Hollande ha incorporado en su programa la propuesta “constitucionalizar la ley de 1905” “relativa a la separación de las Iglesias y del Estado”.



Aparentemente, no hay en esta propuesta nada que pueda inquietar a la opinión pública. La ley de 1905 ha sido aceptada con normalidad y, durante un siglo, siempre ha sido aplicada en un sentido liberal y abierto. Es una manera de proceder que los mismos obispos de Francia han reconocido como positiva en 2005, con motivo de su centenario.

Sin embargo, la propuesta de F. Hollande presenta muchas dificultades desde el punto de vista lógico.

En primer lugar, es evidente que se trata de un guiño a la izquierda de la izquierda para, marcando distancias con la derecha, traerlos a su posición. Además, es una propuesta que, al calentar la campaña política con la cuestión religiosa, no hace sino abrir la puerta a los viejos demonios del anticlericalismo o, como se dice hoy, de la “cristianofobia”.

En segundo lugar, es una propuesta que no tiene sentido alguno, como se puede apreciar cuando se analiza el texto de esta ley, algo que ya he hecho recientemente (Émile Poulat, “Scruter la loi de 1905”, Paris, Fayard, 2010). Evidentemente, se puede intentar constitucionalizar el título primero (“Principios”) con sus dos artículos:

“Artículo 1º: la República asegura la libertad de conciencia y garantiza el libre ejercicio del culto”.
“Artículo 2º: la República no reconoce, ni paga ni subvenciona culto alguno…”

El artículo 1º fue incorporado el año 1948 en la Declaración Universal de los derechos humanos -firmada por Francia- en términos muy parecidos a otros derechos (a la libertad de religión, corolario de la libertad de conciencia).

El artículo 2º es objeto de interpretaciones complicadas, variables e interminables: existen muchas modalidades de financiación que no son subvenciones.

Es evidente que se habrían evitado muchas dificultades si este título primero dedicado a los “Principios” se hubiera limitado a ser un simple titulo.

A diferencia de estos dos artículos, los cuarenta y dos restantes han sido modificados cincuenta veces en un siglo. En “Légifrance” (servicio público de acceso al derecho) se puede encontrar un texto bastante completo que ha tenido en cuenta mis actualizaciones, pero no existe ningún texto oficial impreso. El último folleto (nº 1524) publicado por el Ministerio del Interior, en 2005, ha tenido que ser retirado de las librerías. Contemplaba tan sólo trece de las cincuenta modificaciones y conservaba numerosos artículos –cierto que en vigor- pero sin objeto alguno y totalmente obsoletos (por ejemplo el artículo 39 sobre el servicio militar de los seminaristas que estudiaban cuando se promulgó la ley).

“Constitucionalizar” la ley de 1905 requeriría una aclaración de lo que se entiende por “separación”. Los republicanos radicales querían que fuera “integral”, algo que fue rechazado por la mayoría parlamentaria. Dicha mayoría parlamentaria precisó en el mismo título que se trataba de una separación “entre las Iglesias y el Estado”. Hay que tener en cuenta que esta ley ignora lo que realmente son las Iglesias ya que únicamente reconoce su “culto”, mientras que las Iglesias no se sienten identificadas –y, menos, exclusivamente- con esta actividad que, evidentemente, sí es central para ellas.

Se habrían evitado muchas dificultades si se hubiera formulado un título simple y claro: “Ley sobre el nuevo régimen de cultos”, una formulación que no reducía la religión a un “asunto privado” y que modificaba su régimen jurídico.

Queda un tercer punto particularmente sensible y del que no se es suficientemente consciente: la “constitucionalización” de la ley de 1905 tendría como consecuencia inevitable el cese de los regímenes específicos de Alsacia-Mosela (llamados concordatarios) de la Guyana y Mayotte. Daría por finalizados, en los tres departamentos del Este, un acuerdo internacional con la Santa Sede. Y, además, tendría un efecto perverso que, al parecer, ha pasado desapercibido: sería el fin de la Facultad de teología protestante de la Universidad de Estrasburgo, algo que no afectaría a la  Facultad de teología católica que funciona bajo otro régimen, más tardío.

¿Es que no hay asuntos más graves y urgentes?

Émile Poulat, Sociólogo e historiador
La Croix 3 de febrero de 2012

***

Mathieu Castagnet, Bernard Gorce, Marine Lamoureux y Denis Peiron resumen el 9 de febrero de 2012 en el diario “La Croix” el programa del candidato N. Sarkozy. Hay una apartado dedicado a la laicidad como “asunción de las raíces cristianas” de Francia.

En este apartado se señala cómo al comienzo de su quinquenio, en diciembre de 2007, Nicolás Sarkozy, pronunció un discurso en la basílica de Letrán, en Roma. Quien se presentaba como el promotor de una “laicidad positiva”  había evocado las “raíces cristianas” de Francia, añadiendo: “Asumo plenamente el pasado de Francia y este vínculo particular que durante tanto tiempo ha unido a nuestra nación con la iglesia”. Esta propuesta provocó críticas muy duras en la oposición y en los medios laicos. 

En una entrevista concedida al “Fígaro Magazine”, Nicolás Sarkozy persiste en su propósito y afirma: “No amputemos a Francia una parte de su historia”. Cuando se le pregunta por la propuesta de F. Hollande de “constitucionalizar” el principio de separación de las Iglesias y del Estado responde con sorna: “¡Qué original! Seguidamente, indica que la laicidad ya está recogida en el artículo primero de la constitución. 

“Espero que en las próximas semanas F. Hollande nos muestre que tiene un poco más imaginación”, prosigue, sabedor de que la laicidad es un asunto en el que, estos últimos años, ha tomado la delantera al partido socialista con leyes tales como la del velo en la escuela (2004) y del burqa (2011)

Mathieu Castagnet, Bernard Gorce, Marine Lamoureux et Denis Peiron
La Croix 9 e febrero de 2012

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