S. GALILEA Y A. PAOLI SOBRE EL DOMINGO 16 DEL T. O.

¿Quiénes son los buenos

y quiénes son los malos?  (Mt 13, 24-43)

El Evangelio de hoy arroja luz sobre una de las preguntas más latentes en la conciencia humana, que aflora tanto en nuestras relaciones personales co­mo en la vida política y en las tensiones internacionales: quiénes son los buenos y quiénes son los malos.
En la sabiduría popular, a menudo los malos son los que envidian a los otros, los que no ven con buenos ojos a los demás, los que sólo buscan su propio interés, quieren estar bien, y no se procupan si, por estar bien ellos, hacen sufrir a los otros. Estos son los malos, la cizaña de que habla el Evangelio. Si todos pensásemos en los que están peor que nosotros, y nos preocupáramos de ellos, el mundo andaría mejor. En la misma perspec­tiva, el bueno es aquel que ve al que está peor, se preocupa por él, es mise­ricordioso. Los dos términos opuestos para el sentido popular son egoísta y misericordioso, bueno y malo, trigo y cizaña.

Teniendo como base esta división, vemos que son pocos, tal vez ningu­no, los que son completamente altruistas, y no hay ninguno completamen­te egoísta. En cada uno de nosotros, en todos los hombres hay un poco de trigo y un poco de cizaña; somos como el campo de la parábola. Esto no significa que debemos resignarnos a dejar las cosas como están. Debe­mos luchar con todas nuestras fuerzas por combatir el egoísmo y demoler todas las estructuras egoístas del hombre, reconociendo que todos somos un poco egoístas. O sembramos trigo y así contribuimos a la paz, a la uni­dad, al encuentro, a la amistad entre nosotros; o sembramos cizaña, discor­dia, envidia, separación

San Pablo dice: "Hagan todo lo posible, en cuanto depende de ustedes, de vivir en paz con todos". Pablo es realista, conoce el mundo, donde la ci­zaña que hay en todo y en todos puede frustrar nuestros esfuerzos de paz y fraternidad. Por otra parte agrega: "no te dejes vencer del mal, sino que vence el mal con el bien". Si lo que hay de cizaña en nosotros, en vez de contribuir al bien ha sembrado discordia, no remediamos nada pensando en ello y lamentándonos. Esto lo hacen los hipócritas, para luego comenzar de nuevo. No debemos perder el sueño pensando en el mal que hemos po­dido hacer, pero sí es justo perder el sueño pensando en el bien que real­mente podemos hacer en adelante, para contribuir a la unidad, a la paz, al encuentro con nuestros hermanos.

Esta parábola nos advierte contra la hipocresía y el maniqueísmo, privado y político, que nos lleva a encarnar el bien y el mal totales en per­sonas, en grupos, en partidos y en ideologías. Pero el bien y el mal están mezclados como el trigo y la cizaña del campo, y atraviesan nuestro propio corazón y el de los demás. Lo verdaderamente importante es vencer el mal con el bien.