Fernando Sebastián |
Un día un señor en público echó un escupitajo, de masa
viscosa y abundante. Manchó mucho. Pero siguió caminando, no como dueño de la
calle, sino como dueño de los criterios de limpieza de la calle.
Una ciudadana corriente se inclinó de momento, como suelen
las dueñas de los perros que hacen caca en los jardines. Pero no pudo con el
“escupitón”. Tan fuerte fue su interés que no se dio tiempo a sí misma para
notar que no tenía brazos, no podía limpiar la calle.
Otros pasaron que nada hicieron. Y otra persona sí, se
inclinó y cumplió la intención de la primera.
¡Qué “escupitón” acaba de echar Fernando Sebastián al papa
Francisco, al Francisco que dijo “quién soy yo para juzgarles”! Debe de tener D.
Fernando alguna enfermedad más que la hipertensión que confiesa.
Reclamo urgente a cuantos escuchan: si los mancos, en esto,
no podemos limpiarlo…; si otros muchos pasan y aun algunos alaban…; ¿no hay
alguien que se decida a limpiar, si no el más reciente, al menos, abortándolos, sí los siguientes escupitajos de don Fernando?
Txelis